sábado, 14 de mayo de 2011

DECLARA HECTOR LIBERTELLA EN ENTREVISTA.








La literatura siempre ha sido un lugar excesivamente reaccionario, ritual, reglamentado. Siempre pretendió ser la dueña del sentido. La palabra siempre se entronizó como la que dice, la que interpreta, la que produce el mundo. Siempre se arrogó ese derecho frente a disciplinas más light, como la música o la pintura. Al lado de las variaciones de un dibujante o un saxofonista, el escritor siempre pasará como el sabelotodo, el culto. Es todo un gran chiste, por no decir un malentendido. Y la literatura, sabia, vieja zorra, siempre se alimenta de ese malentendido.
Hector Libertella.

miércoles, 11 de mayo de 2011

MAURICIO ELECTORAT, LAGUNERO Y BRECHTIANO.

CENTRO y PERIFERIA.
MauricioElectorat
 
Cuando se enojaba con mi padre, mi madre, que era peruana, solía reclamar contra los chilenos, a su juicio, una sociedad de gente ignorante, pretenciosa y arribista. Acto seguido, esgrimía su arma mortal, un pequeño disco de vinilo, con un solo tema: el himno nacional del Perú. Así, cuando escuchábamos los acordes del "Somos libres, seámoslo siempre" mi hermana y yo sabíamos que las cosas iban mal. Mi padre soportaba estoicamente ese soterrado belicismo conyugal hasta que, poco a poco, la vida cotidiana volvía a cauces más normales. Esto es, volvían a sonar en la radio los cantantes de aquellas épocas: Gloria Simonetti, Buddy Richard, Camilo Sesto, estábamos de regreso en la patria y, cosa no menor, en la armonía del hogar, en esa "aurea mediocritas" que mi madre soportaba con resignación y que era para nosotros la vida misma. Reconozco que esta es una entrada en materia ligeramente psicoanalítica: explica, de alguna manera, mi relación un tanto oblicua con la Fértil Provincia, como la llamó don Alonso de Ercilla. Escribo esto porque la semana pasada estaba en París. París, como dice Vila-Matas, no se acaba nunca... y esa es, de alguna manera, una bendición y, también, una maldición. Bien, vayamos al grano. O sea, a los libros que son aún, a pesar del e-book y de Google Books, un engranaje clave de la cultura. Una de las cosas que me sigue extrañando poderosamente cada vez que estoy en París es que en esa capital del lujo, donde todo es bastante más caro que en Santiago, haya un sólo objeto que sigue siendo más barato que acá, e incluso, a veces, mucho más barato: el libro. Hablo de París, porque es lo que tengo más cerca ahora mismo en mi experiencia personal, pero lo mismo ocurre en Buenos Aires, México, Bogotá. Para muestra, algunos botones: si usted este fin de semana va a la FNAC (algo así como la Feria Chilena del Libro) podrá encontrar las obras completas de Marguerite Duras, comentadas y anotadas, como dicen los filólogos, por unos veinte mil pesos chilenos. Lo mismo ocurre con los ensayos de Montaigne, Cioran o las novelas de John Dos Passos. Suponiendo que estuviesen publicadas, ¿cuánto valdrían en Chile las obras completas de Manuel Rojas, de Alberto Blest Gana o de José Donoso? Vuelvo al viejo tema de siempre: ¿cómo es posible que en Chile, país que se encuentra, nos dicen la izquierda y la derecha unidas, a un par de empujoncitos del desarrollo, uno de los instrumentos cruciales en la transmisión de la cultura (el mundo aún no está enteramente en Internet) sea tan inaccesible? Cuidado, no estoy hablando del precio del libro, ni del IVA, al menos no sólo de eso. Elizabeth Costello, en la novela homónima de Coetzee, tan peculiarmente realista, explica a sus interlocutores norteamericanos que es errónea la condescendencia con que los círculos universitarios de Estados Unidos consideran a la literatura australiana. La literatura de Australia, les dice, no necesita de Norteamérica, porque sus escritores tienen un mercado propio, tienen, por lo tanto, una masa de lectores que les permite existir con autonomía de ese pretendido centro que es Estados Unidos en el mundo anglosajón. Curioso. En una entrevista publicada el mes pasado en estas mísmas páginas, el conocido hispanista Julio Ortega afirma exactamente lo contrario respecto a la literatura chilena. En su opinión, la nuestra es una de las literaturas más provincianas del español. No es que carezcamos de grandes escritores, sino de grandes lectores. Son los lectores los que permiten que una literatura se arraigue en un país y prospere. Así, la mayoría de los escritores chilenos estamos obligados a confiar en la suerte y esperar que el reconocimiento nos llegue de afuera. Lo dice Ortega, no yo. Pero ¿no fue ya el caso de la Mistral y de Neruda y, más recientemente, el de Donoso y Edwards? Nuestro medio literario será endogámico, mezquino, anémico y nuestros compatriotas relativa o absolutamente iletrados, mientras no haya un cambio sustancial en el acceso y la calidad de la lectura. Y esta es una transformación social, es decir, pasa, en primer lugar, por la política. O "las políticas". ¿A quién se le ocurrió, por ejemplo, cambiar la asignatura de Castellano, o sea de literatura española, por algo tan errático como Lenguaje y Comunicación? ¿Cómo les vamos a exigir a nuestros jóvenes que sepan leer, si nuestros docentes no han podido formarse cabalmente por falta de dinero para acceder al libro y de una red de bibliotecas bien abastecidas? Mientras esto no cambie, la situación nuestra cultura no cambiará. Pero quizás sea más fácil seguir repitiendo que mañana seremos Finlandia, Portugal, Nueva Zelandia... Quizás ese sea nuestro destino: soñar eternamente que mañana seremos otros.
Mauricio Electorat.

domingo, 8 de mayo de 2011

ENTREVISA FICTICIA. DE CARLOS MENESES.

  LA MUJER FELIZ
                                                  (Entrevista ficticia) 
     La dama viste de verde esperanza y se sienta frente a mí con una copita de sake, bebida nacional de su país. Vamos al grano inmediatamente porque ella dice disponer de muy poco tiempo. “Papá me espera para llevarme al cine” dice. Hay uno que está a cuadra y media de donde él vive ahora. La película dicen que es muy buena, se llama “La Trampa?. 
Pregunta .- En los años 90 cuando su mamá, la señora Susana Higuchi fue sacada violentamente del palacio de gobierno y llevada a un extraño sitio donde se asegura que fue torturada, ¿usted dónde se hallaba? ¿No hizo nada por impedir las violencias cometidas contra su señora Madre? 
Respuesta.- ¿Qué la torturaron? Eso es muy grave, papá nunca me dijo nada de eso. Él es incapaz de pegar a nadie y menos de mandar golpear a una mujer. Debe haber alguna confusión. 
P.- Cuando usted estudiaba en Estados Unidos, ¿sabía que el dinero con que se pagaba  sus estudios era de los peruanos? No de los ricos preciosamente, si no de los pobres y de los muy pobres. 
R.- NO me haga reír. Cómo va a ser eso. Mi papá que es como un mago fabricaba billetes, y los hacía para regalar a los pobres. A él eso de guardar dinero le molestaba mucho. Me dijo que de joven tenía una alcancía que le habían mandado de Tokyo y guardaba moneditas de un chico y un gordo, nunca de más valor. 
P.-  Dicen que usted  es muy amiga del señor Montesinos, como lo es también su papá, ¿es eso cierto? 
R.-  ¡Qué  va! No me hablo con él. Ha mentido mucho contra mi papá. Además mi marido que es medio cowboy es muy celoso y no le gusta que hable con hombres si él no está presente. Y mi marido nunca ha visto a Montesinos. 
P.-  Se considera que actualmente usted tiene unos ingresos de aproximadamente 50 mil dólares mensuales, ¿de dónde le llega tanto dinero? 
R.-  Cómo puede usted creer tal atrocidad. Mi familia y yo vivimos en un apartamentito muy estrecho en una barriada obrera. El dinero que tenemos es el que ganamos con el sudor de, bueno será de las manos ¿no? 
P.-  Parece que usted aspira a ser presidenta del Perú como lo fue su papi. ¿Repetirá lo que hizo don Alberto? 
R.-  Respuesta qué chistoso. Me gustaría repetirlo, pero él es un genio, yo soy sólo medio genio. Así que repetiré la mitad de lo que hizo mi papi. 
P.-  ¿Conserva usted las maletas con las que su señor papá viajo a Tokyo, y en las que se dice llevaba algunos billetes? 
R.-  ¡Ay!, cómo es la gente de chismosa, todo lo agrandan, parece que tuvieran lentes de aumento en vez de ojos. YO tengo listas muchas maletas, cien, doscientas, pero son para llevar mis vestidos, a mi marido le gusta que me cambie de ropa por lo menos diez veces al día. Es que le gusto mucho, sabe usted. (mira su reloj? Ay, qué tarde, tengo que irme. 
  Se levanta, se despide con un “chau” y desaparece.

Carlos (Coco) Meneses. Palma de Mallorca.