miércoles, 4 de abril de 2012

LOS TRADUCTORES DE TABUCCHI.

 
LOS TRADUCTORES DE TABUCCHI (fragmento)

Capítulo aparte, pero no exento de interés, es el que hace referencia a los traductores de Tabucchi en España. La primera traductora de su obra fue Carmen Artal, conocida por sus versiones de Bruno Munari,de Melandri o de Andrea de Cario, así como de Baudelaire entre otros. A ella se deben Dama de Porto Pim, Nocturno hindú y El juego del revés. Joaquim Jordá, conocido como traductor de Leonardo Sciascia o Giorgio Manganelli, además de por sus versiones de M. Foucault, o de Rousseau, y traductor, a su
vez, de autores catalanes al castellano (entre los que cabe citar a Quim Monzó, Ferran Torrent o Pere Calders). substituyó a C. Artal en Anagrama para Pequeños equívocos sin importancia y La línea del horizonte entre 1987 y 1988. Sin embargo, los mayores traductores de Tabucchi al castellano son
Javier González Rovira y Carlos Gumpert, que ha traducido conjuntamente toda su producción restante (excepto Un baúl lleno de gente, obra de Pedro Luis Ladrón de Guevara), y se han especializado en Tabucchi desde 1991, siendo por su parte, Gumpert el traductor habitual de Tabucchi para la prensa periódica española. Anagrama ha presentado casi exclusivamente su obra a esta lengua, haciéndose cargo de los derechos de traducción (que ha cedido tan sólo para Un baúl Heno de gente, ensayo literario sobre la obra de Pessoa, como decíamos) desde hace años, con singular perspicacia, y buena fortuna desde que ha sobrevenido el boom editorial de Tabucchi a mediados de los 90. En catalán, sin embargo, la discontinuidad observada en las editoriales se repite en lo referente a los traductores, y ni siquiera la exclusividad de
derechos que ostenta Edicions 62 ha propiciado una continuidad en este sentido. Las primeras traducciones, presentadas por Pórtic, son obras de Salvador y Marta Albertí, dos traductores más conocidos por su dedicación a trabajos de lingüística y diccionarios de catalán. El valenciano Joan Francesc Mira, conocido como estudioso de la obra de J. Fusíer, además de por sus colaboraciones en prensa (en el semanario nacionalista "El Temps", concretamente), es el responsable de la versión catalana de Nocturn a f india, por su
parte. Xavier Riu, profesor de Filología Clásica y traductor habitual de Edicions 62 es el encargado de la traducción catalana de la muy exitosa Afrima Perira, mientras que Somni de somnis... es obra de otro traductor habitual de la casa y editor, Jordi Comudella, conocido por dar a conocer a Roberto Pazzi, además de por sus estudios de la obra de J. Camer. Y por último, Pep Julia, traductor del inglés de Alian Brown o Gerald Durrell, entre otros). Son, como vemos, traductores profesionales en su mayoría (excepto en los primeros casos), pero ninguno muestra, desgraciadamente, la especialización y el conocimiento del universo tabucchiano que se advierte en el terreno de la traducción al castellano. Sin embargo, resulta obvio que a partir de la mitad de los 80 en castellano y de los 90 en catalán, la producción de Tabucchi es presentada al público por parte de traductores de renombre en sus respectivos campos, lo cual es índice del prestigio adquirido por el autor, y a la vez, como pez que se muerde la cola, una de las causas que ha contribuido a dignificar la calidad de las traducciones. La reciente profesionalización de la traducción, quizá determina, no obstante, que no hallemos escritores entre las filas de los traductores de la obra de Tabucchi, a diferencia de lo que venía siendo habitual en otras épocas. Con la excepción de Joan Francesc Mira, traductor,
como hemos dicho, de Nocturn a L´India en catalán. Sin duda Tabucchi, no siendo un escritor de masas, sino un autor cuya calidad literaria y constantes referencias histórico-literarias lo alejan de la producción literaria de consumo, ha conseguido llegar al gran público. Su reconocimiento es, de hecho, previo al boom editorial, acaecido a mediados de los 90, dado que ganó numerosos premios literarios con anterioridad, desde el "Medici Étranger" de 1987. El año 1994 es el de su verdadera consagración como escritor en Italia, al ganar Sostiene Pereira el premio Campiello, el ViareggioRapaci o el Premio Scanno. Pero lo cierto es que su traducción a 16 idiomas se debe principalmente al éxito de la película homónima. Habrá que ver, pues, a
partir de ahora, cuál será su evolución en el futuro, y cómo se comporta la recepción de su obra en el ámbito hispano.

Assumpta Camps
Universidad de Barcelona.

domingo, 1 de abril de 2012

COLUMNA DE VERANO DE MAURICIO ELECTORAT




Columna de verano
por Mauricio Electorat 

 

     El tema de esta columna es el eterno retorno. El eterno retorno del verano, en primer lugar y, también, el de ciertas lecturas y estados de ánimo, por decirlo con una expresión antigua. Es que el verano tiene algo de anulación del tiempo... El tiempo del verano es moroso, líquido, solar, enrarecido, onírico... Digámoslo de una vez: en verano, uno tiende a no existir. Por lo menos, no como se existe de marzo a enero: positiva, empírica, histriónicamente en el teatro del mundo... ¿No se ha dado cuenta que en febrero usted, y todo lo que usted supone, tiende a desaparecer? Sobre todo si se queda en casa, porque irse de vacaciones equivale a distraerse y eso es hacerle trampa al único momento del año en el que el misterioso paso del tiempo nos señala con su lento dedo veraniego una verdad irrefutable: la de la desaparición, la de su desaparición y la mía.  
     Cualquier alma más o menos literaria o sensible (¿hay almas literarias insensibles?, a lo mejor) sabe a estas alturas que el tiempo, como quería Borges, es circular. Que la historia y las historias se repiten, como se repiten los personajes y sus circunstancias. Hablo de las vidas de la gente común y corriente, no de las de los personajes de la literatura, pues cualquier alma sensible sabe también a estas alturas que las novelas imitan la vida, que es el verdadero territorio —el humus— en el que echa raíces toda literatura (después están las vanguardias, las "deconstrucciones", las novelas sobre la novela o sobre la "posibilidad de la novela", pero en el principio era la vida, ¿cómo podría ser de otra manera?). Para volver al tema, yo por ejemplo estoy convencido de que mi vida es, en cierto modo, una repetición de la de mi abuelo, un emigrante francés que llegó a Buenos Aires a los dieciocho años y luego se radicó en Valparaíso, como yo llegué a Barcelona a los veintiuno y luego me radiqué en París hasta muy entrada la cuarentena. ¿Se ha imaginado usted que su vida puede ser el retorno, la recreación, digamos, de la vida de otro? ¿Y de la vida de quién sería, si fuera?  
     Quizás por esto el verano —el verano casero, no el de los lagos y playas cuya agitación está pensada justamente para ahorrarle a usted la extraña sensación de inexistencia, o de tiempo circular, o de eternidad, pues todo ello viene a ser más o menos lo mismo— es una época propicia para reanudar ciertas lecturas. Digo esto porque este verano, como el verano pasado, he estado leyendo En busca del tiempo perdido. Proust, Marcel, es una excelente lectura de verano, pues habla precisamente del paso del tiempo, de ese tiempo moroso y eterno de los caserones de provincia y de los salones de esa provincia del tiempo que es el París decimonónico; y no sólo "habla" del tiempo, sino que lo reconstituye en su esencia misma, que es precisamente su fluír, su moroso caudal que hace y deshace vidas y novelas. Y su milagro, su arte, es que lo reconstruye mediante la escritura. Una novela sobre nada, se proponía escribir Flaubert al comenzar La educación sentimental. Y, obviamente, el resultado, es una novela sobre la futilidad de todo empeño humano y sobre la decadencia de la burguesía en la Francia del siglo XIX. Pues bien, La recherche..., como se la conoce en francés, es una vasta saga literaria sobre nada, una especie de monumento sobre el paso del tiempo y, con ello, sobre la escritura. Yo leo a Proust, este verano, los anteriores y, sin duda, los que vendrán. Y también a Balzac que es, como todo el mundo sabe, no sólo el inventor de la novela negra (lean, por favor, Esplendor y miseria de las cortesanas) sino, como decía Cendrars, el inventor del mundo. Algunas páginas de Proust, algunas de Balzac, mientras afuera, los "maestros" (curioso que llamemos así a los obreros) pintan la casa de algún vecino escuchando radio Corazón. Escucho yo también retazos de esas historias de amor, de despecho, de personas que buscan a otras personas, o sencillamente de gente que llama para pasar el tiempo... Si Proust y Balzac hubiesen vivido en este Santiago, seguro que habrían escuchado radio Corazón.