Entre los papeles de Brozovich entregados por él mismo a este humilde editor figuran también algunos bocetos como el que yace bajo estas lineas. La prueba del papel de oficina pública consta en las otras dos fotografías junto al puño y letra de esos poemas. Más claro no puede cantar el gallo.
Nocturno para Raúl Brózovich.
En el número 81 de setiembre del 1988, en la Revista
Harawi de Paco Carrillo aparece por única vez en Lima un
poema de Raúl Brozovich. Se trataba de Toparpa, una
alegoría incásica cuya emoción dramática excedía en
mucho el anfiteatro provinciano en que se había gestado.
La voz de Toparpa al tiempo que la voz del poeta eran la
transparencia misma con que se teje el mito y la
desolación. La personae separatae del poema anuncia una
épica que siempre ha estado escondida en toda la obra de
Brózovich. Una épica urdida bajo la sombra del vuelo de
un ave milenaria y cusqueña a la vez. Croata ruso por su
padre y Mendoza cuzqueño por madre. El poeta, en verdad
nunca se había movido de esta provincia del mundo, donde
le cupo en algún momento conducir a Neruda a
Machupicchu, o comer helados en la plaza de armas para
luego conducir al gringo Keruac, sí, Jack, por las
picanterías de la calle Vitoque. Él que nunca se cansaba de
señalar a la chusma de arriba y a la chusma de abajo como
a los habitantes acérrimos de esta parroquia así llamada.
Algunos pensaron que la chusma de arriba era la de los
aviones y la de abajo la de los aeropuertos, pero dejemos la
cosa allí. Y vayamos de Toparpa a Pop art. No toquemos ya
El Festín de Heliogábalo. Así esta nota tronante llamará la
atención del peliagudo lector, hipócrita al fin y al cabo. 1/
estoy con la cabeza rota/ desplomado como debe ser/
besando el bello cutis de cemento en/manhattan transfer/es la flor salvaje de las radiolas/ lo que apenas escucho
antes de morir/ uno/tiene ganas de reír observando el
múltiple edificio del cielo/o / pisando firme la tierra 2/uno duda/ a mi no me pagan por decir una mentira/
estaba dormido/ amigo/ tu me puedes comprender/ tal vez
sea el viento sólo el viento/ que atraviesa mis huesos de
mariguana/ o la fina llovizna/ miel que brota y deslíe el
puño cerrado de la cabeza/ encontré algo de solidaridad/ (el
sueño conversa conmigo)
Esta cita muestra los infinitos registros con que Brozo
construía sus poemas. Lo mismo que sus dibujos y
pinturas, los construía en servilletas y papel de envoltura
que iba dejando aquí y allá. Fue así como me entregó los
poemas que ahora salen a la luz en una edición bizarra de
Editorial Auqui, la que comienza su nueva época entre
Cusco y Barcelona. Vladimir Herrera.