jueves, 20 de mayo de 2021

CON LOS ADIOSES A FRANCISCO BRINES.

Del valenciano Francisco Brines me hablaba el madrileño Ernesto Parra. Se conocían de la noche madrileña ambos noctámbulos por naturaleza. Y pecadores, supongo. El inquieto Parra había encontrado manuscritos míos en casa de Vila Matas, pronto en Madrid se los entregó a Paco Brines que se los llevó a Valencia donde conocía a los muchachos de Septimomiau y Taberna de Cimbeles. Ellos tenían una auténtica taberna en la calle Cura Femenía 9 en la que vi los vasos y las copas más brillantes del universo. En esa taberna , tiempo después presentamos Del Verano Inculto. Aquellos manuscritos que Parra le entregó a Paco Brines y que Paco llevó a Valencia. Ya entonces Tomás March editaba una revista Taurina de sucesivos números, Quites. Muy del gusto del poeta Brines quien como Tomás era maravillado cultor de La Fiesta. Ha debido pasar el tiempo para acercarme a la obra de Brines como quien se acerca a la orilla de un río transparente hecho de luces y Sorollas. Lejos del Malvarosa a donde viaja mi adiós. 

martes, 5 de enero de 2021

Jugando con Vallejo and Company o disparando con amor.




Jugando con Vallejo and Company. O disparando con amor.

1
Debieran, los artículos en que se impone la memoria ser también un ejercicio de estilo. No esa cosa soporífera que termina siendo lo que en quechua decimos un ccharwi. Sin ninguna tensión, sin ninguna gracia tocan el tiempo de una generación la del 70 que mereció el olvido y la pena y sin embargo perdura como la desesperanza de unos años sin excusa. Porque fueron los años sin excusa los que de pronto se agolpan y se vuelven una trampa cuando de relatar los hechos y el tal como éramos se hace necesario. 
Pienso en Alberto Hidalgo y en Pedro Granados partidos por la mala leche pero siempre animados por la lucidez y el estilo. Lo que hace de la literatura un acto de humor insoslayable. En el que lo que no se dice o no se recuerda bien existe tras bambalinas como verdad y mentira. Allá el poeta que se encuentre con su propia obesidad y decida renunciar al tal como éramos.
2

Y cómo éramos. En setiembre del 75 tomamos un barco italiano llamado Donizetti Fernando Ampuero y el suscrito. O sea yo. Que dejaba en el muelle del puerto a una desconsolada actriz envuelta en su poncho de guerra. Ella y mi desordenada vida de entonces habían logrado que meses antes uniera los destinos de Carmen Ollé y mi querido Enrique Verástegui, dicha así la cosa suena muy fuerte. Fue en el zaguán de La Crónica.  Le dije en la sala de redacción Zambo te voy a presentar a una hembrita a la que le gusta tu poesía y además es blanquita. Los ojos del zambo brillaron a pesar de las empañadas gafas.  Simpatizaron mientras me iba yo a paso redoblado a ver a mi actriz que trabajaba en la farmacia de sus padres a dos cuadras de La Crónica. Lo cuento porque no es cierto lo que dice Santiváñez que Carmen Ollé trabajó en la Crónica. No es cierto. El joven pervierte los hechos y me saca deliberadamente de escena. Lo he dicho en otra parte, a La Crónica nos llevó Reynaldo Naranjo por encargo de Cesar Calvo, Nos pilló en una mesa del Palermo y haciendo el ademán de un látigo clamó en voz alta POETAS A TRABAJAR. Los escogidos fuimos Verástegui, Pimentel y yo.  Trabajamos con Hildebrandt y Lauer bajo la sombra de Abelardo Oquendo. Meses antes Verástegui y yo habíamos trabajado en la Revista Vistazo dirigidos por Taquito Tamariz y Rina Barea. Eso duró muy poco. Vivíamos en un cuartito del pasaje Velarde 113 junto con Oscar Málaga. En ese cuartito se escribieron Los Cantos a Aloer, Los extramuros y Mate Cedrón. Luego sigue una historia larguísima.

3

En el cumpleaños de Helena Usandizaga del año 77 concurrieron a la fiesta en mi casa de Valle Hebrón en Barcelona, Roberto Bolaño, Mario Santiago, Bruno Muntane, Verástegui y Ollé mas algunos barceloneses como Cristina Fernández Cubas y Carlos Trias. La borrachera fue descomunal. Llegamos a bailar la música de los sikuris de Puno en completo extasis. Los catalanes no nos tomaban en serio y nos hundimos en las tinieblas del paraíso. Yo con algo de culpa acompañé a la pareja de peruanos ilustres en lo que pude. Me sentía responsable por haberlos presentado en Lima. Hasta viaje a Menorca acompañado de Karen para ver cómo estaban. En invierno Mahón es horrible por lo que los alquileres son muy baratos. Pero fui y nos hicimos compañía. Por otro lado mi amistad con Bolaño floreció entre los camping de Gavá y el Café de Colombia donde Herralde hacía las fiestas de Anagrama. Nunca supe de alguna disputa entre Bolaño y el Zambo. De la pareja de peruanos ilustres no supe nada por un buen tiempo.

4
Volviendo al viejo pasado como reza el tango debo anotar el primer internamiento de Enrique en el Emilio Valdizán camino a Chosica. El me contaba cómo perseguía a las loquitas y yo le llevaba fruta. Pero eso es la protohistoria junto con el paleteo en la procesión del señor de los Milagros  del que prefiero no acordarme. 

5

Hace poco, harán dos años ya, en mi Hacienda del Cusco y con Carmen Ollé de visita en una navidad tranquila, hablábamos del viejo y del nuevo pasado. Fue un verdadero goce nuestra mirada  al mar del tiempo. Parecíamos estar en los detalles de esa novela de Italo Calvino El castillo de los destinos cruzados. Creo que debimos haber bebido de más. 

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Debo confesar que todo lo que se escribe sobre mi generación me irrita por su inexactitud y falta de estilo. Y ya se ha escrito mucho y todo es falso. 
Mi amistad con Santiváñez corre el riesgo de no florecer nunca. No creo que se haya olvidado que lo eché de una fiesta en casa de Marina Schreiber en el jirón Chota hace miles de años. Además qué hago con esto que un importante crítico me escribe ¨ Lo que te copia él, Santiváñez, es tu sintaxis quebrada, el léxico y el tono. Y con los mismos ingredientes hace una poesía mucho peor.¨ O sea que entre dos poetas malos, el más malo es el que copia. 
7
Otra cosa es la patraña de HZ, que es la mayor patraña de la literatura peruana actual. Un cuentazo vil que ha chorreado sobre muchos jóvenes incautos. Y que ahora dispara desde El Comercio. Pobreza conceptual, poca poesía, patería y bulla son la sustancia de todo lo que tenga que ver con ese rótulo. Me odiaron desde el dos mil cuando dije en una entrevista en razón de mis Poemas Incorregibles de Tusquets , a la agencia EFE ,  y se publicó en el Comercio, que eran fujimoristas. Y resulta que si, que Mora Zero era fujimorista. Además se encargaron de ocultar todo lo que yo había publicado en Europa en veinte años. Maldad de una pandilla de ancianos  que perdieron hasta la dentadura postiza mordiendo la teta de la mala poesía. 

8
Sobre Vallejo  and Company diré que son chicos de nuestra época. con mucha información y poco gusto literario. Sobre todo no le juegan a nada. Sobre nada no le juegan a todo. Ni fu ni fa. Se nutren del prestigio ajeno. Ni son cosmopolitas ni dejan de serlo. Sufren la tragedia de pertenecer a esa clase media limeña colgada del fin del mundo y a punto  de desaparecer. Pertenecen pero no logran representar a esa clase. El problema es que ya están en la crisis de los cuarenta cincuenta es decir problemas sexuales, falta de dinero, fracasos amorosos, falta de identidad en una Lima donde hace mucho ha dejado de importar el quien es quien del cómo si cabe cuándo. Viven de oídas y hablan por boca de ganso. Cualquier cosa es poesía para ellos. Les hace falta un país ineficiente y una guerra civil. Adolecen de un pensamiento débil como decía Vattimo y son felices así. Baudrillard o Santiago Lopez Maguiña serían su estandarte pero no Stendhal ni Restif de La Bretonne. Dejémosles correr.







lunes, 27 de julio de 2020

Enrique Verástegui escribiendo sobre Mate de Cedrón de Vladimir Herrera. Lo que faltaba.


 


Entre las rosas de un libro de Rolando Cardenas, altísimo poeta chileno que Jorge Teillier alcanzó a regalarme, hace ya muchos años, me he encontrado casi de bruces con un recorte del diario Correo fechado en Lima el sábado 19 de octubre de 1974.  El texto, de caracter más bien epigramático sostiene en el envés la existencia de mi primer libro. Mi Mate de Cedrón tan olvidado por mi durante mi estancia europea. No recordaba yo ni nadie que Enrique Verástegui se hubiera fijado en aquel libro primerizo ni que encontrara en él sustancia poética, Pero allí está el recorte tal si fuese entraña de la juventud. Este hallazgo, le llamaré así, me ha transportado a épocas que creía realmente pretéritas.
de súbito recordé que  yo le había presentado a Carmen Ollé en la puerta de La Crónica. Recordé que habíamos sido los únicos redactores de la revista Vistazo que llevaba Rina Barea a quien admirábamos desde todo punto de vista, y más cuando escribía en la pizarra las comisiones de la semana. El capo era Taquito Tamariz, Domingo Tamaríz Lucar, más tarde jefe de redacción de La Crónica y por muchos años jefe de redacción de Caretas.  Todo nos encaminaba al periodismo exaltado y a aquella risita limeña. Pero nos fuimos cada uno a su manera del Perú.
En Barcelona Verástegui publicó en Papeles de Son Armadans, la revista de Camilo José Cela y yo en Camp de l´ Arpa La revista de Juan Ramón Masoliver, creo que el mismo año. Hasta ahí estábamos empatados. Era la época en que nos frecuentaba Roberto Bolaño quien secretamente admiraba a los poetas porque sabía que a él le faltaba un poco para serlo. Era la época de las fiestas tronantes en mi casa de Valle Hebrón con los susodichos mexicanos y chilenos que alguna vez terminaron a chingadazos. Era la época.


Y aquí va el texto del Zambo querido.


Vladimir Herrera, puneño, 24 años, acaba de publicar su primer libro de poemas: Mate de Cedrón (Ediciones Picaflor). Frente a la abundancia de poetas la poesía es escasa lo dijo una vez Porras Barrenechea. Sin embargo, el libro de Herrera viene a ser la excepción que confirma la regla. No es un libro de fácil lectura, no busca lectores ingenuos: se trata de un código que hay que descifrar, está lleno de claves.
Primariamente, el libro está conformado por siete largas secuencias que funcionan (interrelacionadas) a través de una lengua entre reflexiva y súbita, vitalista e Imagista:
1. Se reduce perfectamente un solo poema: "Estilo de trabajo" que aparte de funcionar como poética del libro (y como anticipo a la "poética" de la tercera secuencia), es -en el plano ideológico -una asunción del escepticismo como
consecuencia (y sobre todo como razón de ser personal de su lectura (sensual?) de la historia. Para Herrera, todo es una completa ruina" -¿también el escribir? Entonces, ¿por qué escribir si escribir es lo menos escéptico que existe? Por lo menos es un "compromiso" no entre el "yo" (escritor) y el referente, sino entre el "yo" con su proyección que a última instancia es la escritura: su propio reflejo narcisista, para él, dibujado en esas aguas que son sus ojos detrás de lo cual no existe casi nada: sólo una larga reverberación de vacío(como lo dice en los dos versos finales de Richmond 303)
2. La segunda secuencia la conforma sólo un poema, donde se trata del fraca
so (fracaso?) del "yo" ante las opciones de la sociedad contemporánea: la
guerra, que es muerte, que no es vida. de "Richmond 303"). Pero su escepticismo no se detiene solamente en la guerra, va más allá: tampoco cree en el canto, el amor, la escritura, la lectura. Herrera quiere situarse en un afuera absoluto, pero eso es una proyección ilusoria que (edípicamente)lo ligará, más todavía, con la cultura que él quiere rechazar.
3. Se trata del planteamiento odiseico: el abandono de la madre (Cuzco) por
una opción en cierto modo "decadente",si se quiere "occidental”, aun cuando esto se trate de negar, y se tenga la consciencia lúcida de que es una ruina ("la
arruinada Fuente de as Olvidos") lo
que se trata de alcanzar: es Europa, hacia donde quiere retornar Herrera, no
por cierto al encantamiento que produce el oropel, sino a lo que tiene Europa
occidental (más universal):su gran maquinaria metodológica, y su utopía que es un lugar sin lugar y un tiempo sin tiempo: algo que está dentro de nosotros mismos -no en lo que vemos sino en la forma como lo vemos Herrera lo dice serena y hermosamente:
Mi partida cualquier partida no es
el cambio de un centro -cualquier centro
por otro,
Es El acto - apenas en el que recupero El Rostro,
Los gestos que abarcaron mapas y mares hondos
que No
Una tarde en que el amor fue difícil
Como la carne de los asnos.
("Si tuviera una tarjeta de enibarque,3) quizá, el problema edipiano que se está
planteando, se hace bajo una óptica pura: Edipo retorna a la matriz (un vacío,
el espejo de agua) pero sólo porque sabe que su "vida no comienza ni termina
aquí". No será el apego a la matriz lo que le hará menos ente maquinal (recuérdese que la tecnología no es aún patrimonio de nuestro país), sino por el contrario se acercará a la matriz ("mi- partida"), con un movimiento dialéctico de recuperación del tiempo perdido: Edipo Ulises (y aquí el ejemplo mayor lo tenemos en J.C. Mariátegui) sortea con felicidad todo canto de sirenas (la retorica al uso), dirigiéndose resueltamente hacia el umbral de su destino que es
---tal vez-la transferencia de símbolos:no que produzca un cierto aculturamiento ſconcepto antropológico que no parece del todo coherente), sino que la oposición cultural (y debemos pensar o viajar desde Rousseau hasta Fourier y des
de éste hasta Lévi-Strauss) se relaciona finalmente en una especie de hipos
tasis terrena: recoger en el mismo senode occidente la técnica necesaria y su
proyección más secreta, pero poderosa(el inconsciente), que unido al inconsciente oriental (en cierto modo más en libertad) alcanzan una significación mayor en múltiples sentidos. Por eso Herrera suele  releer a Jorge Manrique:
"sé que todo tiempo es bueno".
4. Este fragmento - que da titulo al libro contiene a su vez una crítica de la poesía y su proyecto de la utopía que-en un plano menos visible, pero siempre ideológico - propone la "destrucción del oficio poético (imagen otra vez de escepticismo), aun cuando esta "destrucción" no se vea sino esbozada en un solo poema (pág. 100) a lo largo de todo el libro. En fin, Mate de Cedrón propone otros muchos niveles de lectura que esta nota no alcanza a cubrir. Empero, una primera lectura como no recordar "Poema", "Chuva de Verao", "Carta a modo de poema"? - para mi, tan llenos de vitalidad, ternura, hermosura) nos muestra ya a un Vladimir Herrera en el pleno ejercicio de su oficio poético.


viernes, 6 de marzo de 2020

PEQUEÑA HISTORIA DE UN ALMANAQUE.

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Con el maestro japonés Hiroshi Kitamura, gran oficiante del bambú y de las técnicas inventadas por Picasso , la de la plancha perdida por ejemplo, hicimos el año tal en mi taller de la calle Madrazo de Barcelona  un libro de poemas y grabados de dimensiones imposibles donde existiera en perfecto equilibrio el poema y la xilografía. La composición manual y en metal de los poemas debía hacerse mientras Kitamura iba robando en la plancha de madera  los sucesivos colores que luego de terminado el tiraje de la página dejaban la plancha matriz sin forma alguna. De esta guisa nunca más podría repetirse la hazaña. Fueron 45 días  en los que no nos alejábamos del taller para nada. Yo bajaba a conseguir vino para el japonés que bebía con mucha gana.Y muchas veces dormía sobre la máquina, una minerva planocilíndrica muy antigua con forma de cama, algo que definitivamente ya no existe.
El día 45 del Almanaque, así se llamó el libro, dimos por terminado el trabajo. Las finas manos de Montse Badell  culminaron la encuadernación y la caja. La edición la dividimos en partes iguales. El, Kitamura destinó su parte a galerías de arte y yo la mía a librerías que no podían exhibirlo dado el tamaño del libro. El japonés y yo mas bien andábamos con la aguja en el cuello como se dice en el Perú.
Lo que me inquietaba de aquel maestro era ver que prácticamente no comía si se tiene en cuenta que con el cilindro de la máquina el trabajo sobre la madera y el bambú era extremo. El idioma que usábamos era una mezcla de catalán y castellano para referirnos a los árboles a los lagos a las mareas y al bambú. Me impresionó su historia de que en invierno cuando tu padre te expulsa de su casa te está condenando para siempre.
Hace poco, en el diario El País salieron fotos suyas y la noticia de  que el hombre  se había instalado en el Ampurdán, en Camallera, la mayor naturaleza que tiene Cataluña. Se levanta temprano y permanece callado dos o tres horas. Por la tarde escribe el Haiku de su vida, siempre el mismo y luego se pone a tocar en el shakuyashi música de los monjes budistas. La paradoja es que yo aquí a 3500 metros de altura casi hago lo mismo. Y ni él que yo sepa ni yo somos budistas.

jueves, 5 de marzo de 2020

VA CON LOS CIEN AÑOS DE VÍCTOR HUMAREDA.



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Humareda a los 13 años de edad con los bolsillos cargados de pan sarna salió caminando hacia Juliaca .  Con tres monedas, un pliego de papel celofán y una tijera dejó su Lampa natal bajo la mirada del Coachico  y el Pilinco. Apus. Para entonces la señora Gallegos, madre de Victor ya había tenido dos hijas, Carmen y René con mi abuelo Don Juan Herrera Camacho. La señora Gallegos vivía en un lugar principal y espacioso en la misma plaza Grau de Lampa. Por mi padre se que Victor que era contemporáneo suyo había sido su compañero de juegos y que sus hermanas le tenían predilección.  Porque resulta que en ese pueblo de los años veinte mi abuelo tenía otra familia en la calle J.M. Ríos con siete hijos crecidos entre ellos mi padre,  el amigo de Victor. No quiero imaginar la conversación de aquellos niños  en aquel río de juegos y murmullos y el motivo de escándalo que mi abuelo había impuesto en ese pueblo. Además mi abuela era hija del Cura Palma y vaya usted a saber qué significaba eso en aquel momento. Todos los poetas en el Perú tenemos un bisabuelo cura, decía Vallejo. Y como con el tiempo lo que no se dice o no se repite va dejando de existir y, conociendo a los lampeños, debo decir que aquella poligamia, la de mi abuelo,  sucedió en  una estancia feliz. El  infiernillo lo dejaremos para mis amigos sicoanalistas suponiendo que en esta historia hay mucho pan que rebanar. Lo cierto es que Víctor desde siempre había querido irse de Lampa. Me lo contó cuando lo conocí en Barranco en casa de Delfín llevado a la fuerza por Elqui Burgos. El había tenido por lo menos dos intentos y un largo plan de fuga. Su madre, como en un sueño de Buñuel, siempre lo pillaba antes de llegar a Arequipa.

En Lima frecuentábamos los menús de segundo piso de la calle Rufino Torrico a dónde se había trasladado la pléyade  de jóvenes pintores de Bellas Artes incluidos el Zambo Tang, Jesús Ruiz Durand y nuestra musa La Chola Carmela. Aquellos talleres trasnochados nos hacían el día. Probablemente en esa época Víctor pintaba al alimón con algunos porque no tenía taller. Sé que hay cuadros hechos con Ruiz Durand. Por ahí quedaron todas las servilletas de menú que Humareda dibujaba a lápiz describiendo  a las chicas que había conocido la noche anterior en  la Nené que todavía existe. Alguna vez con Veguita nos llevó a mi, y a Fernando Ampuero a conocer aquel maravilloso templo  que cual nave lunar alegraba nuestros ojos. Decía Víctor que el prefería aquellos amores mercenarios antes que una mujer o familia que le quitara tiempo para pintar. Era un artista absoluto. En París se quedó sin plata en la Rué Saint Denis, la calle de las putas por donde pasan obligadamente los reyes de Francia rumbo al cementerio.

Contrariamente a lo que se dice por ahí Humareda no conocía el alcohol a pesar de su talante bohemio. Pero le gustaban las dulcerías de la Plaza Manco Capac. Sobre todo los camotillos y los higos en caramelo. Por ahí caminaba hablándome de la dulzura de Marilyn Monroe mientras enrumbábamos por Humboltd  hacia el Hotel Lima, su auténtico taller. Donde vi por primera vez un retrato de la señora Gallegos al lado de su cama como un fetiche.

viernes, 13 de diciembre de 2019

MI QUERIDA HELENA USANDIZAGA HABLA DEL ÚLTIMO LIBRO DE RODOLFO HASSLER.






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HABLAR CON LENGUA DE LOBO
Rodolfo Häsler, Lengua de lobo. Madrid: Hiperión, 2019.
Recuperar la “lengua de lobo/ la lengua feroz” (76) ocurre en este libro para hablar de un conocimiento pasado que es herida y oscuridad. Hablamos del tiempo revisitado, pero no tanto del tiempo perdido, sino más bien de la imposibilidad de volver a los mismos lugares y de ser la misma persona. Pero también pulsar esos tiempos y esos espacios, a veces saborearlos de nuevo, a riesgo de que irrumpa un dolor o un daño, puede llevar a un renacimiento, a la escritura y la vida: el acto de acercarse a lo perdido, a través de lágrimas y sangre, puede generar una palabra nueva. Esa palabra no tendrá el acento irrecuperable de la gestación de la lengua interior a partir de varios idiomas que refiere el sujeto del poema, pero sí podrá ser un secreto de nuevo revelado, o un nuevo secreto que no se revelará jamás. Y ya que toda pérdida es un hundimiento, para seguir con vida después del hundimiento el enunciador vuelve y no vuelve al lugar donde hablaba las lenguas de su infancia porque “aunque vuelva, deja su acento atrás/ su marca de nacimiento/ de delicada habladuría” (12). ¿Puede la delicia de unos bombones del mismo chocolatier suisse de la infancia equilibrar una vida de pérdidas? Lo cierto es que el placer del chocolate suizo, magdalena de Proust a su manera, lleva de modo exquisito a la disolución, la enajenación y la perdición, pero también, de algún modo, domina la pérdida.
Tan importante como las breves percepciones de experiencias genésicas oscuras o luminosas es un previo acercamiento cauteloso que, hasta que llega al encuentro, produce ansiedad, dolor, espanto: es como beber “la sangre de los sueños congelados” (13).  El arte y la poesía son el eje vertebrador de las entradas en la memoria, y a veces se abocan a un despertar del sueño del arte convertido en figuraciones de la ansiedad y del insomnio, un arte que hiere como la espina del erizo, “una vida bárbara/ perdida en la amargura del espejo” (9-10).  La pérdida es el recuerdo de la búsqueda de ese alumbramiento que se enfrenta a la palabra perdida, a la palabra prohibida, a la palabra maldita, a la palabra miserable, a la palabra ilusoria: acercarse ya sea a la bestia, seducirla y atacarla, o a una inaccesible manzana de oro, para encontrar en cada caso el espanto o la imposible sanación. Tomar un hilo de oro para ovillar y zurcir o ver un cráneo de perro “cubierto de polvo/ entre el esplendor de los granados” (39); vislumbrar “el enigma de los pomos de oro” (38) o “una flor del revés/ en el plato de la cena” (70). 
En este acercamiento al pasado que forma parte del presente se va creando un sujeto, no autobiográfico pero que sí establece un juego entre el sujeto ficcional y el autobiográfico: pequeño niño helvético con una densa historia familiar, feliz; el padre y la madre en una lejanía fecunda pero también los ancestros enfrentados al “espanto de la estirpe” (26); superviviente supuestamente ocioso; extranjero visto como otro extranjero por los cosmopolitas en un Beirut de todas las etnias; escritor en las fronteras que se confronta con varios escritores y artistas, situados en el mismo lugar fronterizo que genera la palabra: Martínez Rivas, poeta de la obsesión; Erika Burkart, cuyos libros sugieren viajes irrealizables y países bajo el designio de lo incierto; y especialmente Ödön von Horváth, autor de las carencias, en las fronteras espaciales y de la lengua, sin país natal cierto, que vuelve para revelar el secreto de la palabra. 
A lo largo del libro se visitan no sólo las personas, sino también los lugares originarios o genésicos - La Habana, Ginebra, Formentera…-, y por otro lado los lugares de la devastación, a veces lugares de la guerra muy reales y trágicos, o lugares de la desgracia y el espanto: Gaza, Sarajevo, Port-au-Prince… Algunos de estos poemas están entre los más impresionantes del libro, y son, como todos, también intensa y asordinadamente líricos. Pues hablan con la lengua de lobo que enfrenta lo traidor de la palabra y el recuerdo, pero también dicen que entre la sangre y el dolor se puede pasar la prueba y encontrar el lugar preciso e inaccesible “donde predicar/ la santa poesía” (21); un lugar que nace de lo irresuelto y doloroso. Entrar en ello no es algo fácil, como se ve en un poema dedicado a Hildegard von Bingen: “Se trata de soportar/ la luz que parte la flor,/ producto de locura,/ pérdida del sentido, apártate, la sangre ahora se derrama/ y no conseguirás detenerla” (44-45).
Helena Usandizaga

miércoles, 4 de septiembre de 2019

POR FIN LOS POEMAS MOSCAS ENTRE NOSOTROS.





La mosca cimbra en la misma línea de sombra que la materia del lenguaje teje más allá de la razón.
Es como si posara sus patas de alambre y lamiera el borde de papel de un signo. Y acaso es revisada por las otras moscas. Señalada por los otros poemas del haber sido y no fue.

Yo había perseguido en tanto que editor estos Poemas Moscas que ahora tengo entre las manos. Porque la sabia de estos poemas la había olido semejante a una mosca que merodea la miel. Fue hace unos días, al borde de la laguna de Ccoyllururmana que el poeta Américo Yabar nos entrego los ejemplares ya editados. Ahora no hago más que saludar esa publicación. La de un alto poeta de estas tierras.

Se que la obra de A.Y. en su conjunto es mucho mas basta y presumo que se irá dando a conocer en estas primaveras del fin del mundo. Con mi saludo sólo pretendo cifrar el afamado fulgor de una poesía esencial y lejana. Ya los especialistas ayudarán a conducir a los lectores por los resplandores de tal arte bello.

En Paucartambo, tierra del poeta y confín de las auroras se juntan poetas de mucha estirpe. Todos, hoy , esta noche o mañana celebrarán la aparición de estos Poemas Moscas.