miércoles, 8 de marzo de 2017

MEMORIA DE JORGE VIGNATI Y ADIOS.




El flaco Vignati hablaba un quechua espacial, magnífico, que lo movía en el trato cariñoso, de waiki, entre esta gente quispicanchina que entendía poco su oficio. Hace unos años fuimos a Pacchanta, faldeando el Ausangate para recados propios del cine. Como siempre hablábamos de todo y de todos en aquel viaje. El lugar, Urcos, Ccatca, Ocongate, nos hacía evocar a los amigos, Sanjinéz, Valderrama, Raúl Gallegos, Nené, Lucho Figueroa, el gordo Vargas de RPP que ya no era gordo y etc. El eterno cigarro no le producía la menor agitación a pesar de los 4300 metros de altura en la que estábamos. Su agilidad de ser enjuto y delgado le dejaba la risa intacta y se sentía pleno en esa su tierra, porque Vignati era nítidamente urqueño, con familia reconocida de allí, de Urcos, propietarios en la zona de Marcapata. De allí su quechua espacial, magnífico.
Es posible que lo haya visto por primera vez a Jorge Vignati cuando el rodaje de Last Movie, que Denis Hooper y Peter Fonda realizaban en Chincheros aquel glorioso año de 1971. A ese rodaje concurríamos los muchachos cusqueños de puro curiosos en busca de la celestial moño rojo que traían aquellos gringos enloquecidos. Muchos años después pude ver en la filmoteca de Barcelona esa película estrambótica acompañado por Daniel Zamalloa, otro de los asistentes al rodaje de Chincheros. El sello de Vignati se notaba en el pantallazo.
En Cusco, aquel año 71 todavía estaban en ejercicio los autores de lo que se llamó La Escuela Cusqueña de Cine, Nishiama, Chambi, el Huanca Villanueva, Figueroa. Y Jorge Vignati debió haber respirado tamaña inspiración.
Pero el flaco Vignati además era un cholo de exportación. Lo prueban sus películas con Herzog en las que como cámara o asistente de la dirección impregnaba a las circunstancias su manera de ser firme y serena-traducirle el Perú a Herzog no debió haber sido moco de pavo- y su oficio: porque Vignati era esencialmente orfebre de su oficio, cultor de su metier, del que conocía todas sus luces y sus sombras. En Urcos nadie sabe quién es. En Lima, a esta hora lo estarán velando.