sábado, 4 de junio de 2011

ERGO, ESTO ERA LO QUE QUERÍAMOS DECIR:

Libertella y los "malentendidos" de la 


literatura

Por Leonardo Tarifeño.

En el buenísimo blog de mi amigo peruano Vladimir Herrera encuentro una declaración de Héctor Libertella (buen amigo de Vladimir) con la que concuerdo plenamente. La cita está extraída de una entrevista que Alejandro Margulis le hizo al creador de¡Cavernícolas! en Buenos Aires, me hubiera encantado saber más de ese encuentro pero los datos ni siquiera están en el link original. Dice así:

“La literatura siempre ha sido un lugar excesivamente reaccionario, ritual, reglamentado. Siempre pretendió ser la dueña del sentido. La palabra siempre se entronizó como la que dice, la que interpreta, la que produce el mundo. Siempre se arrogó ese derecho frente a disciplinas más light, como la música o la pintura. Al lado de las variaciones de un dibujante o un saxofonista, el escritor siempre pasará como el sabelotodo, el culto. Es todo un gran chiste, por no decir un malentendido. Y la literatura, sabia, vieja zorra, siempre se alimenta de ese malentendido”

La idea es importante porque da en el corazón del que tal vez sea el mayor tabú del mundo literario: la falsa importancia que se dan muuuuuuchos escritores, la injustificada superioridad con la que observan -entre otras cosas - al resto de las artes y el patetismo de unas ínfulas que en definitiva no son más que ingenuidad ante las trampas de la literatura. A mi manera de ver, sólo aquel que entra al arte en puntas de pie puede creer que ahí adentro hay algo parecido a un pedestal; la literatura es mucho más esquiva, cabrona y traicionera de lo que parece, y creer, como bien apunta Libertella, que es la “dueña del sentido”, supone una candidez casi enternecedora. En no pocas ocasiones, grandes escritores han dicho que la literatura sirve para desconfiar de las apariencias del mundo y verlo en su verdadera dimensión; curioso que ese mismo impulso no les sirva para desconfiar de la propia literatura, la mayor fábrica de pedantes encerrados en sí mismos que conozco. El arte es sagrado y para estar a la altura hay que trabajar mucho, sospechar del dominio personal de la disciplina y tener los ojos bien abiertos. No me parece el caso de muchos de quienes más se arrogan el rol de “sabelotodo”, como bien apunta Libertella. Por suerte, me da la impresión de que la democratización en el consumo artístico y la mayor accesibilidad a las distintas disciplinas han hecho que los arrogantes hayan perdido buena parte de su credibilidad, siempre basada en el elitismo tribal y la admiración incondicional de un público sumiso. Empieza a cumplirse el sueño de la literatura: leer sirve para sospechar del mundo, y eso incluye a los propios escritores. La música, la pintura y otras artes no son menos ni “más light” que la literatura, y las grandes diferencias que hay en la manera de entenderlas, vivirlas y disfrutarlas nos enriquece como no lo hace, ni lo puede hacer, la literatura por sí misma. ¡Qué bueno que alguna vez alguien haya tenido el coraje de atentar contra aquello de lo que se aferran quienes se hacen pasar por artistas!
Leonardo Tarifeño.

domingo, 29 de mayo de 2011

"trist el que mai no ha perdut per amor una casa". Mauricio Electorat.

TRISTE  EL  QUE  NUNCA  HA  PERDIDO  POR AMOR  UNA  CASA.

foto de Joan Margarit

Esta bella frase es, en realidad, un verso y el título de una antología de Joan Margarit, uno de los mejores poetas catalanes actuales. Es una frase, pues, en catalán, y suena, desde luego, mucho mejor en su lengua original: "trist el que mai no ha perdut per amor una casa".  Dicho sea de paso, los chilenos, los sudamericanos en general, que hemos pasado años de nuestras vidas en Barcelona, acostumbramos a decir que el catalán es una lengua fea. Pero, ¿qué es una lengua fea? Una lengua de sonoridades poco agradables al oído, me imagino, con combinaciones fonéticas poco graciosas (conocí a más de alguna señora que explicaba que no aprendía catalán porque le tenía pavor a perder su italiano, como si comprender los versos de Aussias March o de Josep Carner en su lengua original pudiese mermar en algo la memoria del Dante o de Pavese). Si saco esta frase a colación no es para hablar del catalán, aunque... de alguna manera sí lo es, porque, en primer lugar, seamos serios: ¿puede una lengua ser fea?... Yo creo que no, yo creo que toda lengua es, o asegura, un prodigio, el de la comunicación entre los hombres y no me estoy poniendo milenarista, ni mesiánico, ni pre o post romántico, pero ¿no les parece a ustedes absolutamente prodigioso imaginar que en la misma lengua en que se escribió La Odisea se haya podido cocinar, enamorar, comprar y vender y dar y recibir órdenes, por ejemplo, durante las guerras tebanas o la famosa guerra de Troya, si es que alguna vez tuvo lugar?  No hay lengua fea, probablemente nosotros ―quienes nos negamos a aprender catalán, o turcomano, por miedo a perder nuestro italiano del Café Florian, o nuestro francés de Chez Lipp― seamos los feos. En segundo lugar, quienes afirman que la catalana es una lengua fea, lo más probable es que no hayan leído nunca poesía en catalán. "Escuchen", si no, este fragmento de Salvador Espriú: "El sol ha anat daurant /el llarg somni de l’aigua (el sol ha ido dorando/ el largo sueño del agua). Aquests ulls tan cansats / del qui arriba a la calma / han mirat, han comprés, /oblidaven. (estos ojos tan cansados/ del que arriba a la calma/ han mirado, han comprendido/ olvidaban)". "El sol ha ido dorando/ el largo sueño del agua"... está el Mediterráneo entero en este verso, me refiero a sus paisajes y a su manso océano de cultura y hay también como una especie de sorpresa del hombre que alcanza cierta paz y comprende, o "se" comprende...
Triste el que no ha perdido por amor una casa... Traía esa frase a colación a propósito del catalán, sí, o mejor, de la poesía en catalán, de la líquida y soleada musicalidad de esa lengua, pero también a propósito de Joan Margarit, que es arquitecto, especialista en cálculo de estructuras (título de uno de sus libros, por cierto) y acaba de recibir, en España, el Premio Nacional de Poesía, por su último libro, "Casa de misericordia". Otras frases, o líneas, o versos memorables de Margarit: "Tantes ciutats on havíem d´anar", tantas ciudades a las que debíamos ir... "La lluna surt damunt dels ponts de ferro/ dels anys quan canvià la nostra llei / Des de llavors el temps és una pluja... La luna sale tras aquellos puentes/ de hierro de los años/ en los que fue cambiando nuestra ley / Desde entonces el tiempo es una lluvia..  En la poesía de Joan Margarit, como en toda gran poesía, está la épica del hombre en su desnudez, del hombre enfrentado a las cavilaciones que desde siempre conforman lo esencial de las interrogantes humanas, el amor, el paso del tiempo, los ideales, la traición, la lealtad, la decrepitud, la muerte... y el lenguaje.
"El poeta es el ser más realista ―ha declarado Margarit al recibir el premio― el más pragmático, porque la poesía bebe de la realidad." La poesía, en efecto, "dice" el mundo y nuestra perplejidad ante el mundo. Margarit añade: "lo que no es pragmático es la economía." Por los tiempos que corren, puede parecer ―y es sin duda― una provocación. Como quiera que sea, hay un par de cosas más que me parecen dignas de ser subrayadas. Primero, el hecho ―relevante, pero ya común a estas alturas― de que el Estado español premie a un gran poeta de expresión catalana, o de cualquier otra lengua hablada en España, además del español. Me gustaría ver el día que en Chile le diéramos el Premio Nacional de Literatura a un poeta mapuche, guardando todas las distancias entre España y Chile y, sobre todo, entre Cataluña y el país mapuche... ¿Pero hay tantas distancias desde el punto de vista de una literatura nacional o, mejor, de unas literaturas nacionales? En segundo lugar, quienes se creen hoy día dueños de la catalanidad y de lo catalán no han enarbolado, hasta el momento, ninguna bandera, no han hecho circular ningún manifiesto o petición exigiendo que Joan Margarit rechace el premio con que el espurio e imperialista Estado español distingue hoy a su tradición, su lengua y su cultura... Conclusión: se puede amar a un país, sin pertenecer a ese país y, sobre todo, sin caer en esa grotesca deformación espiritual que es el nacionalismo.
Mauricio Electorat.