domingo, 22 de mayo de 2011

El caso Strauss-Kahn según Leo Tarifeño.

¿Hay una “mano negra” detrás del caso Strauss-Kahn?


Sin ningún deseo de alentar las paranoias conspirativas, me pregunto si en la escandalosa acusación de asalto sexual contra el ahora ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI), el francés Dominique Strauss-Kahn, no habrá ribetes políticos que, quizás, pretenden pasar desapercibidos. Y es que hace poco más de un mes, el pasado 14 de abril, el hombre hacía las siguientes declaraciones tras abandonar la Asamblea de Primavera del FMI:

“Admito que estoy sorprendido porque en el directorio del Fondo existen personas que son más papistas que el Papa, tomando posiciones fundamentalistas. ¿Por qué ocurre esto? Durante décadas, esta institución dijo que los controles de capitales son como el diablo. No queremos esto. Hoy estamos peleando contra esto”.

Y agregó, en contra de la prédica que el FMI sostuvo durante años:

“Estoy un poco molesto sobre el tradicional conflicto entre la disyuntiva entre leyes laborales rígidas versus flexibles. Hay políticas que funcionan y otras que no”.

Para los “fundamentalistas” señalados en ese momento por Strauss-Kahn, la única receta viable para crear empleo es tener leyes laborales más flexibles. Quien por esos días era el director del organismo tenía un discurso diferente y promovía un cambio de mirada en el corazón del FMI. Poco más de un mes después, era detenido en Nueva York, acusado de querer violar a la mucama de un hotel. Como sabemos, el escándalo derivó en su renuncia forzada a la dirección del Fondo.
Por supuesto, es muy posible que Strauss-Kahn haya hecho aquello por lo que se lo acusa; lo curioso es que en el interior de una institución tan poderosa como el FMI caiga de sorpresa la patología de su ex director, un tipo lo suficientemente inestable como para perder la chaveta en cinco minutos fatales y poner en peligro el bienestar de su familia, su buen nombre y toda su carrera política. ¿La debilidad de Strauss-Kahn era un botón rojo que otros podían apretar cuando les resultara conveniente?
En todo caso, la respuesta a esa pregunta me parece más cercana a la verdad que el relato donde el mundo ve a un sexagenario súbitamente enloquecido por unas faldas, sin que nada ni nadie en las altísimas esferas del poder global hubiera previsto en qué tipo de marea se podía ahogar. La cuestión resulta pertinente porque la acusación sexual también desprestigia, o al menos intenta desprestigiar, a otro personaje, a su manera en las antípodas de Strauss-Kahn, que pretende cambiar el status quo:Julian Assange, el creador de Wikileaks. Salvando las lógicas distancias entre uno, prohombre del sistema financiero mundial, y otro, un hacker anarquista, ambos quisieron modificar las leyes que gobiernan el mundo y a los dos les explotaron bombas sexuales que terminaron por acallarlos. ¿Será casualidad?

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