domingo, 29 de abril de 2012

RAMOS ROSA COMO SI HUBIERA ESTADO EN 4 DÍAS ENTRE PÁJAROS Y ÁRBOLES.


POEMA DE ANTÓNIO RAMOS ROSA.


El constructor está reunido con algunos amigos alrededor de una redonda mesa de piedra,  en la terraza. Uno de ellos abanica un viejo fogón de barro donde va poniendo a asar sardinas plateadas y un poco gruesas que luego se vuelven rubias sobre la parrilla de la cual se elevan pequeñas y centelleantes llamas que proceden del carbón. El ambiente es en extremo agradable porque desde allí se ve la larga franja azul de un río entre pinos y eucaliptos y porque el aire es suave  y el follaje oscila levemente y da una sombra fresca y tranquila. Este instante del encuentro es un privilegio único. En él reina la alegría y la palabra es fácil, transparente y llena de energía que difunden los árboles verdeantes de amplias copas, la tierra de un jardín  un poco salvaje, los fermentos vivos de la brisa, el espacio solar y la pureza ácida de los frutos y las semillas. El instante es vivido en la plenitud de los elementos que, imperceptiblemente, se combinan y constituyen la integridad viva de la presencia del ser. La conciencia no se percata de la intrincada y olorosa trama sutil de todo lo que la estimula y la proyecta en el círculo vivo del instante siempre inicial. Poco se habla de la construcción, la leve e incandescente construcción, pero esta animada y vivificante pausa es ahora una construcción de la amistad en la apertura del encuentro y la participación recíproca en la esfera del ser. La separación individual deja de regir el comportamiento de los que participan en el encuentro y la palabra opera la metamorfosis del yo que, de este modo se convierte en el centro abierto de los impulsos afectivos y eufóricos reflejados en el círculo luminoso y ardiente del encuentro. Por esta razón el constructor siente que la obra está en movimiento en la palabra viva de los que están sentados entorno a la mesa redonda de piedra bebiendo un poco de vino y comiendo las doradas sardinas que uno de ellos va pasando desde la parrilla situada sobre las brasas de las que se elevan pequeñas llamas centelleantes, en el viejo fogón de barro, que ese amigo aviva con un pequeño ventalle de pajas entrelazadas.
(del Aprendiz secreto).Traducción de Clara Janes.

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