martes, 21 de enero de 2014

PINTURA DE LA QUE SE HABLÓ TANTO.




Esta  parece una procesión extraña de cerdos como osos y santos bajo una luz casi cusqueña. Es una mezcla de corpus christi y carnavales. Un tropel en el que las cruces y los tridentes parecen perseguir a las olas.
Sugieren los que pintaron  este cuadro la misma prisa atemporal con que  camina o avanza la procesión y la extrema lentitud con que fuera hecho. Por que la forma en que fue hecho tiene su cosa: Fue Ruiz Duran en su taller de Rufino Torrico que conversando con Humareda decidieron comenzar la pintura  digamos que un martes y luego se fueron a almorzar allí cerca donde se juntaba toda la gente de Bellas Artes. Luego Humareda se perdió como solía hacerlo entre la plaza Manco Ccapac y el Hotel Lima, entre dulces de higo y camotillos en lugares secretísimos que sólo a los iniciados nos hacía conocer. Lo cierto es que un buen día Humareda volvió al taller de Ruiz Duran a terminar el cuadro que no había querido olvidar  y a dos manos terminaron la coloración. El cuadro lleva las firmas de Humareda y de Ruiz Duran en la espalda y en grande. Parecen tatuajes las firmas. Ahora, con los años, el airecillo serrano de este cuadro como cierta comida peruana deriva del hecho de haber sido pintado por dos serranos en Lima, el uno puneño y el otro huancavelicano. V.H.



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