martes, 11 de noviembre de 2014

PARA ENTENDER A RODOLFO HINOSTROZA DE VLADIMIR HERRERA, SU AMIGO.





A Juan Cristobal, con quien nunca tuve disidencia por haber vivido en otro planeta, le dirijo estas líneas, cuando es fatigoso y permanente el ataque a Rodolfo Hinostroza en nombre de un izquierdismo anticomunista de guerrilleros buenos y otros que no lo son, aunque permanezcan en la montaña recién desacralizada como decía Lihn. También le muestro cómo William Rowe, que pertenece a la generación de J.C y de Hinostroza y que vivió su juventud en el Perú, discierne en un tema espinoso como el de la aproximación a Heraud. Así pues, camarada, que nuestros vicios ideológicos iluminen nuestra jornada.

W. Rowe “Para llegar Rodolfo Hinostroza”, en Miguel Casado (ed.), Cuestiones de poética en la actual poesía en castellano, Madrid/ Frankfurt, Iberoamericana/ Vervuert, 2009, pp. 137-154.

En 1963, el joven poeta peruano, Javier Heraud, murió acribillado en la selva peruana. Tenía 21 años. Había entrado clandestinamente al país
con un pequeño grupo de compañeros. Su meta era crear un foco guerrillero. Creía que de ese modo abrirían el camino a la revolución. Cuando murió Heraud, escribió Washington Delgado, otro poeta, algo mayor que él, ‘Dice un prosista chino que al principio no existe el camino, pero cuando muchos hombres pasan por un mismo sitio aparece el camino. Así es la revolución . . . entre el verbo y la acción el revolucionario escoge la acción.’ Por detrás, sin embargo, alentaba un discurso del martirio que no difería del que alimentaba el Poder.

Heraud era del grupo de jóvenes peruanos que habían viajado a Cuba para estudiar cine. Entre ellos estuvo Rodolfo Hinostroza. El estudio del cine resultó ser eufemismo del entrenamiento guerrillero. RH se negó a seguir ese camino. En la ocasión de la muerte de Heraud, entre las personas de izquierda, se alimentó el discurso del heroísmo y del martirio. Se escribía de ‘la muerte de un hombre por su pueblo’, de uno que ‘murió por nosotros.’ En la poesía del propio Heraud, también estaba la muerte como telos y valor: ‘supuse que / al final moriría / alguna tarde / entre pájaros / y árboles’; ‘la poesía es entonces, / el amor, la muerte, / la
redención del hombre.’ Detrás de la palabra está el sacrificio, dándole valor.
Difícil oponerse a tal discurso. De allí seguramente viene el verso de RH: ‘Que se abra para ti la rosa amarga del malentendido.’ Y estos otros:

Yo no estaré. Entonces mis huesos hablarán por mí,
y este siglo de catástrofes y trágica grandeza, penderá
ante mis ojos que vieron el fulgor de la matanza. Entonces
querré decir que mi amor fue más hondo . .

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