lunes, 28 de febrero de 2011

MAURICIO ELECTORAT EN EL MERCURIO DE CHILE.


DEL VERANO INCULTO.


Mientras en Chile disfrutamos del verano, entre Italia y Brasil estalla un incidente diplomático a raíz del rechazo de la extradición de Cesare Battisti, extremista de izquierda italiano devenido en autor de novelas policiales.

Me aprovecho del título de un libro de poesía de mi amigo Vladimir Herrera, peruano de Barcelona y del Cuzco, para comenzar con un comentario sobre esa textura tan particular que tiene el verano de Chile, que es, como dice Parra, mucho más un paisaje que un país. Sobre todo en verano, cuando la gravedad del mundo parece trasladarse al hemisferio norte y nos llega como atenuada por una cortina de calor, canciones escuchadas en chiringuitos playeros, noticias sobre accidentes de carretera y sobre ese monumento nacional del mal gusto que es el eterno Festival de Viña. En Chile, en Santiago (no me atrevo a hablar de provincias) la cultura es algo que habitualmente se nota poco, no afirmo que no exista, me limito a decir que tiene poca gravitación en la vida de todos los días; pues bien, me da la sensación de que el verano nos hace aún más incultos, más lejanos, más remotamente perdidos en un paisaje lleno de sol, arena y mar. Mientras nosotros nos bronceamos (yo, este verano, en mi patio, escuchando Radio Corazón), entre Italia y Brasil estalla un incidente diplomático a raíz del rechazo de la extradición de Cesare Battisti. Ya tuve oportunidad de escribir en estas páginas sobre el caso de este italiano, miembro de uno de los grupúsculos de la extrema izquierda que, junto con la extrema derecha, como suele suceder, pusieron a Italia al borde del abismo durante los siniestros años setenta. Acusado de cometer cuatro asesinatos, que él siempre negó, Battisti se refugió en París a mediados de los ochenta. Allí se hizo conserje en un edificio, se casó, procreó y (estoy tentado de decir "obviamente") se transformó en escritor de novelas policiales. Para hacerla corta: Chirac le ofreció en bandeja a su amigo Berlusconi las cabezas de todos los refugiados de la extrema izquierda italiana que Mitterrand había aceptado bajo la condición expresa de que abandonaran las armas. Sarkozy, uno de cuyos primeros actos internacionales fue recibir en París al terrorista Gadafi -el dueño de Libia, de una buena cantidad de petróleo y de unas enfermeras rumanas de las que se había apoderado para canjearlas por lo que más necesita: respetabilidad internacional- intensificó la cacería de esos "terroristas" italianos que hoy son sociólogos, escritores, conserjes... Battisti huyó a Brasil, fue capturado, Italia presentó de inmediato una petición de extradición y Brasil la acaba de denegar. Berlusconi, un tipo al que le irrita por sobre todas las cosas que no le den la razón, declaró que Roma estudiaba congelar las relaciones con Brasilia, tal como su ministro de relaciones exteriores había dicho en su momento que si Francia no les entregaba a Battisti, el pueblo italiano marcharía sobre París (así está la pobre Italia). Durante todo este proceso, se creó en Francia un Comité de Apoyo a Cesare Battisti, integrado por la crema de la intelectualidad francesa, desde Philippe Sollers hasta Fred Vargas. El programa incluía manifestaciones en los tribunales de justicia, frente al Eliseo, artículos en la prensa, etcétera. Ahora que Cesare Battisti debe estar disfrutando no sé si de las playas brasileñas, pero sin duda de la libertad recuperada después de años de clandestinidad e incertidumbre, cabe una reflexión final. Es muy probable que, de no ser por el apoyo incondicional y sostenido que le brindaron los escritores de Francia y de otras latitudes, Battisti no hubiese podido vivir en la clandestinidad durante más de dos años en Francia, huir al Brasil, perderse en la multitud de Río; hacen falta recursos morales, pero también financieros, para una fuga de tres años. De no haber sido escritor, lo más probable es que la policía francesa lo hubiese atrapado a la salida de cualquier estación de metro y que hubiese sido entregado a la justicia italiana (donde está condenado a cadena perpetua) en el más discreto de los anonimatos, tal como ha ocurrido con otros antiguos miembros de la extrema izquierda que han sido "devueltos" a Italia por los sucesivos gobiernos de la derecha francesa. En otras palabras, la literatura nos puede condenar (recuerden a Padilla, en La Habana), pero también, en determinadas circunstancias, nos puede salvar el pellejo.

Mauricio Electorat.

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