miércoles, 16 de noviembre de 2011

QUIÉN INCENDIÓ EL CUARTO DEL POETA PUNEÑO Y LA ACTUAL MINISTRA DE CULTURA?



Feliciano Padilla
Omar Aramayo y
Vladimir Herrera
Junto al lago. Año 2011.


Quién incendió el cuarto del poeta puneño y la actual Ministra de Cultura?
Sopa de floripondio, dice Omar Aramayo que tomamos aquella madrugada en que quedamos mirando el techo como arañas colgadas durante tres días en aquel cuarto o mansarda al fondo de un jardín en Miraflores. El lío debió haber sido cruel porque luego aquel cuarto o mansarda se quemó, se incendió o lo incendiaron llevándose al cielo la mejor ropa de la actual ministra de cultura y los mejores poemas de Aramayo. Yo recuerdo que la primera noche nos puso mala cara un escritor demasiado serio y solemne para su edad que tecleaba apresurado sobre una mesa cuando entramos, se comportaba como el hombre de la casa cuando probablemente sólo era el montalbán del momento. Lo cierto es que nuestra presencia le chocó y nos lo hizo notar. Han pasado casi cuarenta años desde entonces y el otro día en Puno, en un lugar mágico descubierto por Aramayo, llegamos a la conclusión de que quien quemó el cuartito azul de la actual ministra de cultura y del poeta  fue el escritor serio y solemne para el que  resultábamos insoportables. Nadie más podía odiar tanto a aquella pandilla de floripondeños que combinaban la inspiración con el San Pedro y la mariguana para terminar jugando pichanguitas  en la playa. En Barcelona fui acogedor con el escritor serio y solemne que ya esbozaba una sonrisita maligna mientras señalaba su destino en París. Hasta le presenté a Petra, una gigante holandesa que parecía aplastarlo con su bondad. Pero en París con Hinostroza huíamos de él sobre todo cuando andábamos en La Coupole acompañados de las actrices de Enmanuelle, la peli Porno-suave del momento. Años en que el ronco Hinostroza  las llevaba y  las traía. Pero esa es otra historia. Volviendo al escritor serio y solemne: la última vez que lo vi fue en Cusco. Se molestó conmigo por yo haber dicho que André Coyné me había contado de sus encuentros con Haya de La Torre en bares de muchachos en Tokio. Me dijo con un tufillo apristón que yo no debía hablar así de un gran hombre. Como si los grandes hombres no pudieran ser mariquitas.

VLADIMIR HERRERA.


(Se premiará con un libro de la Laguna Brechtiana a quien identifique al fosforígeno escritor de mediana fama.)

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