Gamaliel Churata en el fuego de las purificaciones
(Fragmentos)
Néstor Taboada Terán
Conocí a Gamaliel Churata en 1941, cuando yo había pasado la barrera de los 10 años sin llegar a los 15. Abandonando mi condición de estudiante de la Academia de Bellas Artes, me encaminé como el Quijote en sus mocedades al semanario Estampa, que dirigía el periodista José Manuel Pando para salvar la patria que se iba a pique.
Era el comienzo de la Concordancia, un acuerdo patriótico de partidos tradicionales que prohijaba a Enrique Peñaranda Castillo, un general en el ejercicio de la presidencia de la República.
Escritor de nacimiento y no de vocación, sin entender todavía la literatura marrullera como la ciencia del saber pajpaku, tenía pergeñadas novelas cortas que las llamaba narraciones; escribo desde los 7 años. Una de aquellas narraciones manuscritas, Gamaliel Churata tuvo la bondad de ordenar a Hilda Mundi, destacada periodista del vespertino Tierra, que la mecanografiara, para intervenir en el concurso municipal de Literatura de 1942. La idealización de una aldea transformada en metrópoli, como Nueva York con bandidos y hombres al servicio de la ley. Gamaliel Churata me estimulaba publicando mis colaboraciones juveniles, ciertas veces cuando las encontraba raquíticas e insufribles, me las devolvía solicitando cortésmente que las revisara.
(…) 1939 fue un año de convulsiones políticas. En las paredes de la ciudad de La Paz aparecieron afiches con la xilografía de un importante grabador: un perro furioso hincando los dientes en el cuerpo de un oso. La declaración de protesta de los intelectuales por la agresión de la Alemania nazi contra la Unión Soviética, encabezada por Gamaliel Churata y Félix Eguino Zaballa. Los gobiernos militares, autocalificados de tutelares, que se sucedían después de la Guerra del Chaco, no dejaban de manifestar sus simpatías por las corrientes del nacional-socialismo de Alemania e Italia, y los firmantes de la declaración fueron perseguidos. Franz Tamayo en La Paz había promovido un incidente con los diplomáticos de Mussolinni por algunas expresiones vertidas en un reportaje publicado en la revista Amauta, mientras que por otro lado, Alcides Arguedas en Roma recibía una distinción por su libro Pueblo Enfermo.
(…) Gamaliel Churata vivía permanentemente perseguido por gobiernos despóticos y mujeres encendidas, apetecibles señoras peligrosas que nunca se cansan de ofrecer las manzanas del paraíso. Unión y concesión se le apegaban como a un panal de miel. Dios no hizo al hombre para que rechace las bendiciones que pone al alcance de su mano. Poeta, narrador y periodista, Gamaliel Churata pasó la vida amando mujeres con la pasión que le era propia alma, corazón y vida, como dice la marinera, y ciertas veces enterrándolas.
(…) Gamaliel Churata en su juventud vehemente político y patético enamorado, estaba curado de espantos. En el exilio de La Paz tuvo tiempo de ponerse serio y engrosar, parecía después el ídolo de una religión oriental. En la casona de la familia Palazuelos, Plaza de Toros del Olimpic, final Pilcomayo, hoy Otero de la Vega, su santuario familiar, residía al lado de su compañera Carmela y sus hijos Teófano y Estrella. Yo vivía cerca, con mi madre y dos hermanas, casas vecinas más abajo. Una morada de arriendo con una pila y una vergelera al estilo de Yanacachi yungueño, de Doña Concepción Lanza, propietaria de sayañas en Chulumani, con un esposo chileno apodado el baturro y dos jóvenes domésticas de muslos de amapola, que a la muerte de la patrona, le quitaron al viudo su casto sueño y toda la vecindad compartía la pena negra de sus ardores. Más sufrido que Neruda enLos versos del capitán. Una de las domésticas por no ser deshonrada por el viudo alegre se suicidó y la otra aterrada le dejó invadir su lecho, del que no salieron ambos tres días y tres noches. El mar en la botella. Y la caritativa vecindad pasaba por la ventana calditos de pollo con mucha llajua para que no desfallecieran en el sacrificio. El Baturro no era ningún malagradecido y a la doméstica desflorada le regaló el mejor hijo de un primer matrimonio para uso legítimo. Se casaron con pompa en la parroquia de San Pedro y Gamaliel Churata fue padrino.
(…) Gamaliel Churata publicó sabrosas informaciones de primera mano en la página 8 del diario La Calle, transmitidas por los programas informativos de radio “América” de los hermanos Salcedo, precursores del periodismo oral, continuado después por Raúl Salmón.
(…) Una tarde de Domingo en el Olimpic, auspiciada por la Alcaldía Municipal y el Centro Taurino Boliviano, se inauguró una temporada de corrida de toros, con matadores que arribaron de Lima y bestias de Piura. Cuando el público adquiría boletos para presenciar la fiesta brava se produjo un tumulto, agresiones y disparos de armas de fuego. Un poeta de nombre Francisco Perro y sus seguidores distribuían panfletos condenando la violencia de las corridas, el sufrimiento de los animales, y pedían rechazo, censura y prohibición. El poeta Perro y sus fieles seguidores no eran adherentes de Gesta Bárbara, puesto que los “bárbaros” con ínfulas de niños bien disfrazados de matadores junto con sus manolas, santificaban la fiesta en que se lidiaban toros con rosas de sangre. Los trinquetes remunerados por el Centro Taurino intentaron hacer desistir del humanitarismo que animaban Perro y sus leales adeptos, quienes maltratados, ensangrentados y con amenazas de muerte, en el mismo Olimpic, pidieron el auxilio y amparo de Gamaliel Churata.
ÚLTIMA HORA EN EL CORAZÓN
Gamaliel Churata era Jefe de Redacción y yo obrero linotipista. Mis compañeros de trabajo Waldo Álvarez, el Flaco Martínez, el Cabezón Miranda, el Maloso Mario Guzmán Azpiazú, el Lucho Quezada y otros. Después de las labores del día, con Gamaliel Churata ascendíamos la pendiente de la calle Almirante Grau con dirección a la zona San Pedro. Tal si fuera el Orkopata de Puno. Churata era un gran conversador, en su emotividad usaba un léxico parecido al de Sofocleto, sus carajazos daban énfasis a sus puntos de vista. Me relataba su vida, se refería a José Carlos Mariátegui, Manuel González Prada, su asilo en el convento de los franciscanos (“los curas son buenos, pero las monjas son de cuidado” decía confidencial, aunque sus hermanas eran monjas) y no se olvidaba del entrañable Potosí, Gesta Bárbara, Carlos Medinaceli, añoraba su barba y la capa andaluza que usaba en su bohemia. Se reía de sí mismo por su parecido a Mefistófeles. Se mofaba del pelo que se dejaron crecer como chivos en la punta de la barba los chuquisaqueños Tristán Marof y Mamerto Urriolagoitia. Las persecuciones sufridas en el gobierno de Toro no le convencían, “porque nadie le colaboró en sus hazañas socializantes como yo en la prensa…”
A comienzos de 1943, fundamos Agrupación Juvenil Boliviana con Juan Albarracín Millán, Manuel Ángel Evía, Félix Clavijo, Abel Mendoza, Guillermo Tarifa y otros. Gamaliel Churata aportó con la filosofía que nos animaría: Bolivia libre en un mundo libre. Mucho tiempo después llegaría a saber que era un lema mariateguiano un Perú libre en un mundo libre. Así como la consigna de Mariátegui peruanicemos al Perú utilizada después por Sergio Almaraz como bolivianicemos a Bolivia.
(…) Gamaliel Churata manifestó su simpatía por José Antonio Arze, uno de los intelectuales más destacados del país y jefe del partido de la Izquierda Revolucionaria, quería tratarlo personalmente y publicar una entrevista. Arze sobrevivió a una tentativa de asesinato ordenada por la logia militar RADEPA que había gobernado al país de 1943 a 1946.
Concertado el encuentro acompañé a Churata a las 10 de la mañana a la casa donde se hospedaba Arze, Se hallaba todavía en la cama, en una habitación desolada donde le hacían compañía una cantidad de libros apilados y una botella de papaya salvieti. En la conversación surgió el tema del Perú. José Antonio Arze estuvo exiliado en Lima durante la Guerra del Chaco con José Cuadros Quiroga y Waldo Álvarez, fundadores, el primero del MNR; y el segundo del PIR, y en el régimen socialista de David Toro, del Ministerio de Trabajo. El diario Última Horapublicó la entrevista con una estupenda ilustración: el poeta chileno Pablo Neruda posando en su casa de Isla Negra junto al pensador boliviano Arze, autor del libro El terrorismo nazifazista en Bolivia, en sus declaraciones solicitaba un proceso igual que el de Nuremberg para los políticos “nazifacistas” que habían sobrevivido al alzamiento popular del 21 de julio de 1946. Gamaliel Churata estaba convencido que José Antonio era un místico.
(…) Gamaliel Churata prestaba en Bolivia servicios asistenciales con su pluma a todos los hombres de buena voluntad, a los menesterosos del arte de comunicarse por escrito, siempre y cuando éstos pudiesen remunerar la celebración de sus oficios. En aquellos tiempos no existían los encargados de relaciones públicas. Pasión más sinceridad igual equidad, la llave del periodismo. Indigentes los altos personajes de la banca, comercio e industria, prefectos, alcaldes, ministros y directores de instituciones autárquicas recurrían a sus auspiciosos servicios y los discursos preparados con un lenguaje sencillo y veraz se esmeraban en leer correctamente. Y esta historia venía de lejos. En Potosí Armando Alba publicó su primer librito,Voces áulicas, y todo el mundo literario estimó que ahí estaban las huellas prosódicas de Gamaliel Churata. Y él explicaría después: “Corredores de oreja, forma antiestética de la Celestina, mal de toda aldea, grande o chica, anduvieron propalando que el libro primigenio de Armando Alba lo había yo escrito, lo que habría sido imposible, pues Voces áulicas, es fruto del aula escolar y tiene la gracia tempranera de una adolescencia inconfundible”.
Este rumor insidioso fue origen de la mala voluntad que mostraría después, por todo el tiempo, Armando Alba contra Churata.
Otros escritores caerían también caerían bajo el influjo del “Mal de toda aldea, grande o chica”. No se libraron Diez de Medina, Fellman Velarde, Montaño Daza y otros, en cuyos escritores se creía ver el estilo del maestro que alentaba la divisa de no se preocupe yo se lo escribo su libro o su discurso.
Gamaliel Churata aprovechó cuanto pudo la experiencia y talento periodístico de José Carlos Mariátegui. Ahí está por ejemplo, trasladada la sección Panorama Móvil de la revista Amauta al vespertino Última Hora, de La Paz.
(…) Gamaliel Churata llama al Panorama Móvilde Última Hora una “tamaña aberración en el oficio”. Y en 1950 se justificaría a propósito de un concurso interno “no para rendir parias a la literatura ni a las eminencias filosóficas, sino para dar rienda suelta a la menuda y triste actualidad de todos los días”.
Gamaliel Churata era un alma creadora. Alma, corazón y vida. Hipersensible, admiraba a Franz Tamayo y vivía apasionado por Carlos Medinaceli, autor de la célebre novela La Chaskañawi. (…) Por eso cuando Carlos Medinaceli arribaba a La Paz lo primero que hacía es asomarse a Última Hora. En Última Hora vivía Gamaliel Churata, el amigo entrañable, el hermano del alma. Carlos Medinaceli un día me dijo que yo le recordaba al joven Gamaliel Churata, cajista de imprenta en Potosí, con la diferencia de que Gamaliel Churata no usaba overol sino guardapolvo. Y nos reíamos en quechua como en San Javier de Chirca. Carlos Medinaceli murió en La Paz a los 51 años y a instancias de Gamaliel Churata le sacaron una mascarilla, el vaciado del yeso del cadáver, como hicieron en Lima en 1930 con José Carlos Mariátegui.
(…) Yo nunca guardaba mis puntos de vista para rumiarlos en la soledad de ninguna manera, los decía a viva voz, francamente, aunque el mundo después se venga abajo. Gamaliel sonrió indulgente y me previno. “Ten cuidado, en tus opiniones advierto los bigotes de Stalin”. Primera vez que Gamaliel Churata estaba equivocado. No eran de Stalin, peor aún, eran de Zdanov.
(…) Gamaliel Churata fue amigo discreto de la Gesta Bárbara paceña. Nunca reclamó su derecho a sentarse en el sillón principal como caudillo histórico, cual autor de Castalia Bárbara. Recién en 1950 cuando se organizó el concurso interno de Panorama Móvil, apareció derramando su humanismo trascendente. La historia es el tiempo en la biografía de los hombres. Sabio certamen del que no surgieron descontentos, porque todos sus integrantes colmaron su ego hasta el hartazgo. Se llevaron galardones de los lotes sorteados con el padrinaje de Franz Tamayo, Humberto Palza y Alfredo Alexander. Y en la imprenta de Última Hora se dictó Trigo, estaño y mar, calificado por Tamayo de “libro apostólico”, en el que me cupo intervenir aportando la composición mecánica de linotipia para la impresión junto a mis compañeros Alfonso Salazar y otros.
Gamaliel Churata publicó en Trigo, estaño y mar, un ensayo biográfico de cerca de cincuenta páginas. Periodismo y barbarie, con el epígrafe ¡Oídme escuelas del Cid. Un significativo y medular aporte a la historiografía de la cultura boliviana. Un escrito con nitidez insólita y manifiesta espontaneidad, limpio y diáfano, como una cascada de agua cristalina de las alturas de Orkojahuira. Girando inconteniblemente la muela molinera de Gamaliel Churata va haciendo harina. “La mejor manera de aprender a escribir mal es hacerse periodista, también hacerlo muy atildada y elegantemente es la mejor manera de matar un periódico”. “El periodismo es la arena del circo para el escritor”. Y “escribir para el periódico es escribir para la vida”. Y la recomendación especial para la Gesta Bárbara de diez mocetones y una mujer con voz y cuerpo adolescentes. “¡Emplumad, pues, gallos!”
(…) El tiempo y el viento. El turbio soplo del viento. El último acto de Gamaliel Churata, de importancia en su vida de Tukuyríkuj, el hombre que lo veía todo, arrullando esperanzas publicó en la imprenta del estado, pagando el importe del papel utilizado al administrador Carlos Altamirano, un ex-dirigente sindical del gremio gráfico. El pez de oro, Kori chawlla. Pensamiento del chawllero pescador del Titicaca. Retablos del Leykhakuy, los adornos mágicos en la ciencia de los brujos, seguido de un guión lexicográfico. El portentoso Pez de oro –negada la edición en la imprenta de la Casa de Moneda de Potosí por el rencoroso director Armando Alba- anuncia otras obras: Invitación al pez, Puma Khapaj, Khon, Orkopata, Cántico, Historia del Tawantinsuyo y Teatro. En prensa: Hararuñas del Chullpatullu. Ganó El pez de oro, pero perdió a Teófano, su hijo, que, como Mariátegui, se hallaba postrado en una silla de ruedas. El sino trágico de una vida y de un tiempo. Murió Teófano y desapareció Carmela. Y Gamaliel no se atrevió a componer una nueva elegía como lo hizo cierta vez por su amada Brunilda que murió imilla…
(…) La tarde oscura colgando del crepúsculo como un presentimiento. Desacaudalado, física y espiritualmente, Gamaliel Churata en la lentitud cansada de su vida, con el alma triturada, piel y huesos, caminaba por las calles de la hoya paceña buscando dónde guarecerse. Sin gloria y sin dinero. Viejo y achacoso, sin renta, sin jubilación como todos los periodistas, sin seguro médico, sin ayuda de nadie, sólo contra todos. Levantando susceptibilidades a cada paso. Un árbol con frutos de tristeza deshaciéndose a pedazos.
Nuestra suerte es seguir soñando compañero Mariátegui, escribió alguna vez.
Gamaliel Churata cargaba en sus espaldas muchas dudas y tempestades, innumerables pasiones y decepciones, engaños y estafas, porque otros se habían apoderado de las llaves del reino, y dejaba por las calles un penoso rastro de amargura. Amargura netamente peruana como la de Atawallpa, como la de César Vallejo, como la de José Carlos Mariátegui.
¡Ay, mi Don Gamaliel, bardo y señor, periodista de periodistas, maestro inmortal, todos los senderos te fueron imposibles!
Y como un elefante que ha cumplido su ciclo histórico, mortalmente señalado y con fuerzas menguadas, retornó al exilio del Perú en viaje a la perpetuidad y cayó de bruces “ tendido entre las llagas de la noche brumosa”.
Para los ciegos caminantes podemos asegurar que en El pez de oro mágico está el mensaje del maestro inmortal, en lengua “radicalmente plebeya”, como anotara algún filólogo entusiasta “el intento de creación de un nuevo idioma”. Voz y paisaje que cree en una revolución posible en los pueblos y en los individuos, si ello no importa el regreso a las raíces. Gamaliel Churata impreca, pide, clama, grita.
¡Mi pueblo, milenarios de mi sangre!
¿Si un pueblo hay en tu sangre,
Qué esperas que no florece en ti
La sangre de tu pueblo?
Creador, gobernante, laborero:
El sol hace más noble
La severa presencia de la montaña.
Y sólo en la sangre con pueblo
Hay semillas del Sol…
¡Mi pueblo, mi sangre milenaria:
Yo velaré, erizado de lanzas,
Tu libertad, Primavera de mi corazón!
Néstor Taboada Terán
“Gamaliel Churata en el fuego de las purificaciones”,
en Signo. Cuadernos bolivianos de cultura,
No. 48-49, La Paz, mayo de 1996.
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