MANIFIESTO RESIDENTE:
En el libro que la Galería Moll le dedica a Víctor
Humareda, curiosamente está consignado que, el gran
maestro, en su infancia, había sido cuidado por Don Juan
Herrera. La noticia no dejó de serme grata aunque yo
estuviera al tanto por boca del propio maestro de su
relación especial con mi familia. Sí pues. Es cierto que mi
abuelo Don Juan Herrera cuidó de algún modo la infancia
de Víctor Humareda. Es cierto que tuvo dos hijas, René y
Carmen Herrera con la señora Gallegos madre de Víctor.
También es cierto que Humareda creció con mi padre,
tenían la misma edad y jugaban en el río de Lampa. Ambos
estaban encantados con París, el uno con los impresionistas
y el otro con las novelas de Eugenio Sue.
Yo conocí a Humareda en la casa de Víctor Delfín en
Barranco y desde entonces caminábamos por Lima
probando postres y hablando de nuestros paisanos.
También lo acompañaba a La Nené de la avenida Colonial
donde él no probaba ni una gota de alcohol. En su
habitación del Hotel Lima tenía un retrato enmarcado de
su madre al lado de la cama, un cajón con trapos coloridos
para limpiar pinceles, y un ropero estrecho. El Gran
Maestro me dibujaba con palabras su idea de hacer del
puente de Lampa una hermosa terraza con sombrillas y
café, una postal del impresionismo con luces de Degas y
temores de Toulouse Lautrec.Yo imaginaba un malecón a
orillas de esa parte del río.Un paseo que reflejara esas
aguas.
Pasado el tiempo veo que Lampa no cuenta con la obra de
Víctor Humareda. La placa que señala la casa de su
nacimiento está borrada. La casa todavía no ha sido
expropiada por el municipio para hacer en ella una casa
museo. Que es lo propio. La manera de cuidar la obra de
un gran pintor. Que no se nos vea a los lampeños como
sirvientes del turismo sino como a personas generosas y
cultas que cuidan su arte y sus artistas.
Vladimir Herrera
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