Manifiesto peligroso a
favor de Juan Ramírez Ruíz.
Cada uno cuide de su entierro que
imposibles no hay.
Jorge Amado.
Belleza del Barrió de la Soledad que descubrí
desde el numero 444 de la calle Ancash. Calle muy frecuentada por los que
tomaban desayunito en Bellas Artes a
unas dos cuadras de allí. En ese número, entrando a la izquierda vivía JRR. Su
mejor vecino era un tipo al que Juan había bautizado como “La Víbora”. Recuerdo
que para terminar mis artículos de Vistazo, me
refugiaba en el cuarto de Juan Ramírez Ruiz al que en ese tiempo le
decíamos “el Chome”. La chapa se la había puesto el gordo Manuel Morales en la época en que todo el manchón vivía
entre Rufino Torrico y Huancavelica. Esa prehistoria trataba de muchos
provincianos que vivían a salto de mata,
amigos todos donde el único que dormía en sábanas era Jorge Pimentel que
se trajo un barco de madera y una cómoda situándolo todo al fondo de sucesivas
habitaciones en las que dormían los demás. Coco acababa de dejar el garaje que
para mayor comodidad su familia le dejaba en la casa detrás del Ministerio de
Trabajo, en Jesús María.
2.-
Ahora, cuando veo que comienza la
construcción de la posteridad de algunos buenos poetas de mi generación, me
acerco con prosa rancia como arrimando ideas deshilvanadas a lo que después será la confusión general :
Téngase
en cuenta que es toda una operación reductora de la imagen de JRR. A favor del otro comensal de HZ.
Pimentel y del comisario paracaidista
T.M. Con la ayuda de algunos imparciales, JCY se va consolidando en
cierta sustancia gelatinosa y protofascista junto a su socio Pimentel Prieto,
sobrino predilecto de Federico Prieto Celi, capo del Opus Dei en el Perú. Esa
derecha literaria cuida su sombra postrera con menos inocencia de la que
parece. Y más eficacia de la que ostenta. En esto, la prosa de Yrigoyen huele a la mujer bigotuda que Luis Alberto Sánchez
guardaba al fondo de su casa. Digo, comienza a oler.
No hay
que olvidar que gran parte de la poesía de JRR se vale por los postulados que el
mismo Chome inventó y proclamó. HZ fue un artificio que salió de sus manos y
que ahora en la distancia ilumina el sentido de su obra. Sin HZ tendríamos a un
JRR descafeinado. Y los muchachos de entonces estaríamos hoy uniformemente
calvos. Algo que todavía no es cierto.
No hay nadie en La generación del 70
que no tenga que ver con el Palermo, El Chino-Chino y el Wony. Caíamos en el
inmenso Palermo desde más o menos las tres de la tarde hasta el cierre.
Hacíamos estación en el Versalles, El Tíboli y el Queirolo. Y un sitio elegante
en el Jirón Ocoña cuyo nombre alguno de esa época me hará recordar, ¿el Viena?
Habían noches eternas en las que por ejemplo el gordo Manuel Morales buscaba a
Aramayo para ajustar cuentas mientras nosotros lo ocultábamos alrededor de una
mesa grande en la entrada, la preferida por Miguel Gutiérrez, Reynoso, Gálvez
Ronceros y Gregorio Martínez. Yo los recuerdo voluminosos probablemente por ser
entonces muy delgado y argentino el mundillo aquel. A esa mesa, la de los
grandes conversadores, también acudían Juan Morillo, Chacho Martínez y Juan
Cristóbal. Todos tenían algo que ver con la Cantuta. Y todos eran rojos, rojos.
Como la noche de Lima que siempre era más roja cuando aparecían cada uno por su
lado El Gordo Portal y Pocho Ríos. Se armaba la grande porque su sola presencia
era la locomotora que todos esperábamos. En el fondo del Palermo sucumbíamos,
en mesas pequeñas, los que íbamos al
taller de poesía de San Marcos y la manchita de la Villarreal que poco a poco
se fue volviendo HZ. En realidad nosotros navegábamos entre un anarquismo de
cartón y un trotskismo de concha y perla. De ese momento puedo decir que
indudablemente Pimentel llevaba la batuta dados su entusiasmo e inocencia
que en partes iguales detentaba. Se había conseguido un chibolo del puesto de periódicos a la
izquierda saliendo del Palermo que apenas sacaba una cabeza de catorce años de
edad, era Eloy Jáuregui. También me
presentó a otro chibolo del otro puesto de periódicos el que estaba al lado
derecho cerca de la Plaza San Martín, era Isaac Rupay. Ellos colaborarían con
la venta de la primera revista de HZ. Pimentel el entusiasta y Juan Ramírez
Ruiz la materia pensante me hicieron conocer a Arteaga, a Lázaro, a Colan,-hicimos
una película con Colan- a José Cerna, a Nelson Castañeda, a Gamarra, a Elías
Duran y al inefable chino Yulino que llegó al centro de Lima traído por Paco
Guzmán y Andres Soto, a estos los conocía de antes, de haber terminado en
noches como esta en casa de Chabuca Granda llevados por el flaco Calvo. Chabuca
gustaba mucho de la música que hacían Paco Guzmán y Andrés Soto quien ya se
sabía un gran compositor. Aquel año vivíamos en un cuarto pequeño bajo una soga
de ahorcado tres amigos que se leían los poemas hasta altas horas de la
madrugada: éramos el zambo Verástegui, Oscar Málaga y yo. Allí acudían Pimentel
con el desayuno, Susi Baca, Aramayo, Juan Ramirez Ruiz, Feliciano Mejía El
Avispero, y Pedro Benavides con un paquete de algo. Comenzábamos el día en
medio del humo y terminábamos cantando en la Plaza Francia. Hasta que un día
Málaga se casó con la Tejerina y el zambo publicó su primer libro con Milla
Batres. Al poco tiempo Marina Castro publicó mi
Mate de Cedrón. Así fue cómo todos nos fuimos acostumbrando a un futuro de ideales sin esperanza.
4.-
La escena empieza en el Queirolo
yendo hacia Colmena. Por allí vivía Patrick con su abuela inglesa. Cerca al
Tíboli la discusión se iba tornando ácida y peligrosa. Los dos hermanos o algo
parecido se peleaban con su padre. En esa época Patrick vuelto de Europa vendía
sin zapatos la revista de Rosina. Y José ya había hecho su yunta en la mesa de
Lorenzo Ozores, Coca y Carancho, siempre cachacientos ellos con la dimensión de
la mosca. Y sobre todo con el entusiasmo nuestro. El Chome no los tragaba ni con pintura de
aceite. José Rosas miraba con curiosidad y temor desbordante las mesas del
Palermo. Temía que Málaga, quien según nosotros lo había superado poéticamente,
además le quitara la hembrita. Por lo
que desaparecía siempre. Así y todo terminábamos en los Yonja Parties de
Leoncio Bueno en los talleres de baterías Túnjar en Breña, apretadísimos,
porque las dimensiones del local eran fantásticamente pequeñas, aquello sólo
con Leoncio y su familia estaba lleno.
5.-
A falta de mayor consuelo y con los
bolsillos repletos de nada y poesía, cuando nos tocaba las tres de mañana nos
poníamos en camino con el Chome, Verástegui y un muchacho extraño y silencioso
llamado José Carlos Illescas. Nos íbamos a esperar la salida de los talleres de
la Prensa en el Jirón de la Unión. A esa hora salía Julio Polar, gran amigo de
Juan que nos metía un rollo político hasta el amanecer.
Hablábamos casi conspirando de Mario
Luna que estaría por llegar de Chimbote y de los pucallpinos José Carlos
Rodriguez y el chino Najar. La idea de poesía militante y organizada con bases
en todo el Perú se fue gestando entonces. La idea de poesía para Todos también.
Era Julio Polar que se imaginaba un inmenso sindicato de poetas, al ser él ya
sindicalista en La Prensa. Eran los años del Gobierno de Velasco. Estoy
convencido que Julio influenció en Juan los
temas que después redactó en Palabras
Urgentes, el Manifiesto que Pimentón incluyó en su Libro Kenacort y Valium
diez. No creo que Pimentel lo hubiera hecho de mala fe sino más bien llevado
por su entusiasmo desbordante. Pero creo que a Juan le pilló de sorpresa y no
le gustó nadita porque en esencia el
texto le pertenecía a él. Y me lo dijo.
A Juan Ramirez Ruiz le pasaron cosas
como estas antes y después de lo que cuento. Creo que ese tipo de situaciones
le importunaban de sobre manera. Eran la guinda en un país donde todo estaba y
seguiría estando repartido. Sufría de
una rabia lúcida por tanto. Y encontraba en la conversación y la amistad una
isla de consuelo.
6.- La que yo llamo segunda
impostura de HZ es cuando nuestro querido Chome que nunca había viajado, mira
descender un gran paracaídas desde el cielo de México. En él descendía sobre
las papas de Lima el incontrastable Tulio Mora. Quién regresaba al Perú luego de
una estancia guerrillera de tequila y mezcal en algún momento compartida con el
suscrito. Durante casi un año de Trago en
México el incontrastable jamás me habló de HZ. Sabía que yo sabía que él no tenía nada que ver con el
tema. Por lo que me sorprendió su nueva militancia limeña. No creo que a Juan
Ramírez Ruíz le gustara mucho esta presencia sobrevenida y liderando lo poco
que quedaba del movimiento, porque HZ era un movimiento. Y al Incontrastable
jamás antes lo habíamos tenido en esas filas. O sea que, nuevamente alguien se
le coló por delante a nuestro querido Chome.
7
La tercera vez en que alguien (casi
siempre alguno sin talento) se le puso por delante a JRR. Fue con un premio en
Lima que consistía en un viaje a España
y que en último momento se lo dieron a un pituco fantasmón de apellido
Sánchez Aizcorbe. Me lo contó Chacho Martínez al llegar a mi casa de Barcelona.
En voz baja, porque atrás estaba el
fantasmón. Chacho me dijo que era un huevón que se había traído porque el no
sabía de aeropuertos y menos ingles. Y me pidió que lo alojara. Aquel fantasma
-que más tarde escribió algo contra mi- me cayó gorrino desde el principio porque,
por culpa suya, mi amigo el Chome había quemado lo único que tenía en la vida
que era su colchón. Y yo no había podido verlo en Barcelona.
8
Ramírez Ruiz tenía una novia de gran presencia por quién Pimentel decía
“dónde está tu chinón cuñao”. Era una bibliotecaria ponja creo que del grupo exquisito
de bibliotecarias que emparentó con poetas por aquellos años. No diré nombres.
Con ella y sus amigas, más Rubén Urbizagástegui también bibliotecario y gran
amigo de Juan, hicimos excursión por los lados de Canta durante un día y una
noche y un día más. Se notaba que aquel “chinón” amaba a Juan y que Juan era
feliz. Nunca lo había visto tan sereno y contento.
9
El Chome, casi abandonando la adolescencia
ya había sido lo que se llama patrón de chongo o capitán de buque en el norte. Había
cumplido con el sueño de García Márquez. Por ello en las largas conversaciones
parecía mucho más maduro que los demás. Y esa experiencia la trajo a Lima. Me
aconsejaba que no me metiera en ese negocio. Que lo mejor era tener tu hembrita
verdadera etc. Yo le hice caso.
10
Hace poco, en la última conversación
secreta con Julio Polar, propiciada por Domingo de Ramos, hablamos de todo esto.
Julio había ya renunciado a cualquier opinión pública y más aún, a cualquier
reclamo. Pero convinimos en que todo había sido una gran impostura, incluso el
cielo de papel japonés a dónde dicen que van los poetas perdidos. El y Juan lo
estarán sabiendo.
VLADIMIR HERRERA. Hacienda Ranhuaylla, 21 de mayo del 2014.
2 comentarios:
Crónica anunciada de padre y señor mío. Hay hechos reales y otros algo oníricos, ficticios, imaginarios. En el fondo: 1.- El gran poeta Juan Ramírez Ruiz si fue el fundador de Hora Zero, acompañado de los amigos Jorge Pimentel y Enrique Verástegui. 2.- Juan Ramírez Ruiz quedó como finalista premiado y le correspondía pasaje de ida y vuelta en Madrid, con techo y comida. Pero, como afirma VH asomó el advenedizo A. Sánchez A. (se presentó cuando se había cerrado la fecha, pero como era recomendado de W.D., algunos blandos miembros del Jurado permitieron que se lea su narración (testigos Antonio Cornejo Polar, Juan Cristóbal, Juan Góngora, Rosina, etc.) y usando métodos inadecuados empleó el vuelo que por justicia le correspondía a Juan. Parecida suerte corrió Mariela Dreyfus, otra poeta finalista premiada, quien también debió de viajar a España. Ahora que España se lavó las manos, es muy cierto, pues el Gobierno (vía los organizadores: Edgar Montiel, José Manuel Gutiérrez S., Dasso Saldivar, etc.) Ofrecieron inicialmente seis pasajes para seis escritores y fueron reduciéndolos. La coordinadora (léase RV) RENUNCIÓ A SU PASAJE para que pudiese ir otro más de los ganadores. Pero el tiro salió por la culata, y entre gallos y medianoche Chacho Martínez y A. Sánchez A. SE EMBARCARON en un avión, sin el visto bueno del Comité organizador ni de la mayoría de los miembros del Jurado. En fin...cosas de Sancho y no del Quijote, jolines. El Agregado Cultural de entonces era franquista. La que narra le hizo una carta pública que se editó en un diario local. Y Juan se quedó con resentimiento.Una sombra y el infortunio. Ello le creo sentimiento de frustración, que muy lentamente procesó. Rosina Valcárcel, Lima.
hummm y hay mas. Juan nunca gano una beca, ni de las mas miserables. Ni se fue a Mexico o a Espana. Le daba miedo viajar. Al unico lugar que viajaba era a Chiclayo. Un dia lo rescate recontra borracho, toreando carros en plena Av. Alcazar en el Rimac por yo donde vivia. Tenia los pies hinchados y lleno de hongos. Mi hermana y yo lo llevamos al medico y lo curamos. Por esos dias me dijo, puta viejo, tu eres uno de los pocos a los que yo aprecio y entiendo y me entiende. Mira tu, a mi nunca me "ofrecieron" una beca pero a fulano, sutano y vengano, se los regalaron para que se vayan a Mexico y a Paris. Yo no tengo ni compadres ni padrinos. Mi compadre y mi padrino es la poesia.
Ha estas alturas hablar de Juan o hacerle homenajes no tiene un puto sentido. En vida, en vida, se conocen y reconocen a los amigos. Y eso era Juan para mi. El resto es el resto. Juan es mucho mas que Hora Zero. Y mucho mas que la puta poesia peruana.
Puta madre juan. Cómo extraño pasar por tu calle: Jirón Ancash 444 y por el hueco del vidrio roto de la puerta volver a llamarte gritando fuerte como siempre, como cada domingo por la mañana: poetaaaaaaa, poeeeeettttaaaaaaaaaaaa, poeeeeeetttttaaaaaaaaaaa; despierta poetaaaaa que son las once de la mañanaaaaa. El público de llamaaaaaa. La audiencia te esperaaaaaaaaaa. Poeeeetttaaaaaaaaaaaaa. Luego verte salir todo despeinado y medio dormido diciéndome “no jodas mano, deja de llamarme poeta. Puta que mierda”. Luego juntos reírnos de la vida. Conversar de cualquier cosa y salir a comer chifa en el chino de la esquina. Puta, tú nunca tenías un centavo, pero comías bien y bebías mejor. Puta vida viejo. Homenajes ahora para qué? Mejor solo recordarte y sonreír medio triste o triste y medio.
Putos homenajes ahora.
La ultima vez que lo vi en Lima, me conto que Estefano Varese le habia conseguido una beca para una estadia de seis meses en San Diego, en California. Estava entusiasmado con la idea de venir a los Estados Unidos. Me decia que si lograse ahorrar de esa beca solo diez mil dolares y comprarse un cuartito en San martin de Porras su vida ya estaria salvado. Y la de su hijo tambien.
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