Lo que cuenta Vladimir ocurrió en el tercer Congreso
Internacional de Pragmática, que se celebró en Barcelona del 9 al 13 julio de
1990. Yo me acerqué a Eco para llevarle el recado de una amiga común, que
estaba preparando unas oposiciones a catedrática y no podía hacer acto de
presencia en eso de las Atarazanas y los
wiskys, que era, claro, lo mejor del Congreso. Eco me miró sonriente y me
dijo: “Fa bene”, en el papel de académico que sabe de lo inexorable de los plazos
y las plazas universitarias. Pero se adivinaba, detrás, su escepticismo y sus ganas
de haberse tomado un whisky o un gin tonic también con Amparo.
Ahora recuerdo un libro
del que poco se ha hablado en estos días, Lector
in fabula, de 1979, pero que a mí me cambió la manera de leer el texto, en
un modo académico, hay que entender; pero también la manera de leer en general,
porque todos somos un poco más o un poco menos ese Lector modelo que Eco imagina a partir de los huecos y las
fracturas del texto. Sobre este tema discutieron con mi maestro, el semiótico lituano-parisino Algirdas Julien Greimas (1917-1992). Para Eco, el texto es una
“máquina perezosa” que exige al lector una serie de actividades de
interpretación; para Greimas, hay una serie de operaciones inscritas en el propio
texto que se consideran una forma de racionalidad discursiva. Parece lo mismo,
pero a ellos les dio para largas discusiones que precisaron sus diferencias y reforzaron
su amistad. Pues Eco y Greimas dialogaron no solo en los libros y revistas
teóricos; fueron amigos y hermanos (“mon frère en Italo Calvino”), le llama
Greimas al prologar un trabajo de Eco publicado en 1987 en la revista Actes Sémiotiques,
IX, 81.
Estos días he buscado
en vano Lector in fabula en mis
compactas (y caóticas) estanterías: en vano, cuando los años se miden por los
libros que han tapado a los otros libros, en esas estanterías de doble fila que
deberían estar prohibidas. Y he leído la crónica de Xavi Ayén en La vanguardia del
día 21 de febrero, donde recuerda que, cuando fue a entrevistarlo el año pasado
en su casa de Milán, Eco le retaba a proponerle autores –a ver, Hume; a ver,
Wittgenstein, decía Ayén...- y Eco se dirigía como un zahorí por los
intrincados pasillos de su biblioteca, y los encontraba siempre. Por eso creo
que pronto encontraré Lector in fabula: lo huelo, lo siento vibrar; solo que
tengo que mirar mejor, o apartar algunos libros.
Greimas comienza su
prefacio al trabajo de Eco sobre la semiótica de la recepción diciendo: “Umberto
Eco n’est pas de ces auteurs qu’on préface. Présent, il parle”. Ausente, también
nos habla, y no dejará de hablarnos.
Helena Usandizaga
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